sábado, 17 de diciembre de 2011

TIERRA SANTA XXXIX - ¿Qué hay en Jerusalén para mi?

Autor: Notre Dame of Jerusalem Center, Pontifical Institute
¿Qué hay en Jerusalén para mi?
Visitar la Tierra Santa, es encontrarse cara a cara con la historia de la humanidad
¿Qué hay en Jerusalén para mi?
¿Qué hay en Jerusalén para mi?
A todos les podría venir esta pregunta: ¿Por qué Jerusalén? Entre los miles de lugares que hay para conocer y para turismo, por qué ir a Jerusalén.

Desde luego es una opción. En la vida hay un momento para cada cosa. Diversión, ciencia, cultura, fe... todo tiene su tiempo y su lugar. En los últimos años algunos grandes exponentes de la Iglesia Católica, así como personajes de otras religiones, se han expresado en los siguientes términos: “Toda la gente tendría que ir a Jerusalén (léase, Tierra Santa) al menos una vez en la vida”. Así se expresó el mismo Juan Pablo II dirigiéndose a todos los obispos italianos reunidos en asamblea, en mayo del 2002. También el Card. Meissner de Alemania dijo casi lo mismo: “todos los católicos deberíamos visitar la Tierra Santa al menos una vez en la vida”.

La respuesta es muy sencilla: Jerusalén concentra una historia milenaria, donde se han dado cita las principales religiones y culturas del mundo. Visitar Jerusalén, y más en general la Tierra Santa, es encontrarse de frente, cara a cara, con la historia de la humanidad, con los sentimientos más profundos y con las aspiraciones más hondas. Quizá es por esto que en la zona ha habido siempre tantas tensiones.

Más en particular, para los cristianos, es el escenario de una gran parte de la vida, de la predicación y del Misterio Pascual de Jesús. Permítasenos un ejemplo: el cenáculo. Es un edificio sencillo, antiguo, entre los miles de edificios que componen la ciudad antigua de Jerusalén. Pero es absolutamente único, y un lugar santo. Si se considera que ahí Jesús: instituyó la Eucaristía y el sacerdocio; allí expresó el discurso de la cena que nos refiere especialmente el evangelio de S. Juan; ahí se apareció a los discípulos el día de la resurrección e instituyó el sacramento de la penitencia donándoles el Espíritu Santo; ahí en fin nació la Iglesia el día de Pentecostés, donde “se reunían en un solo corazón los discípulos, junto con María la Madre de Jesús y algunas mujeres”.

Quien dice cenáculo, dice Monte de los Olivos, dice Belén, dice el valle del Jordán y tantos otros sitios escondidos en la geografía de Galilea o de la Samaria o de la Judea.

Venir a Jerusalén es encontrarse con el misterio de Dios y el misterio del hombre. Por esto vale la pena visitar Jerusalén. Por eso durante todos los siglos Jerusalén ha suscitado una atracción y una fascinación tan especial. Por eso también hoy, miles de gentes de todas las razas, credos y culturas, se dan cita entre los muros de esta ciudad antigua y siempre nueva.


“¡Qué alegría cuando me dijeron: vamos a la Casa del Señor!”

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