jueves, 14 de junio de 2012

Eucaristía y Sagrado Corazón de Jesús

Visitando al Santísimo Sacramento, vivo en cada Iglesia, el Sagrado Corazón de Jesús recibe adoración y amor de nuestra parte.  La Eucaristía fue el regalo más hermoso y valioso del Sagrado Corazón de Jesús. La Eucaristía nos introduce directamente en el Corazón de Jesús y nos hace gustar sus delicias espirituales. En la eucaristía, como en la cruz, está el Corazón de Jesús abierto, dejando caer sobre nosotros torrentes de gracia y de amor. En la Eucaristía está vivo el Corazón de Cristo y en una débil y blanca Hostia, parece dormir el sueño de la impotencia, pero su Corazón vela. Vela tanto si pensamos como si no pensamos en Él. No reposa. Día y noche vela por nosotros en todos los Sagrarios del mundo. Está pidiendo por nosotros, está pendiente de nosotros, nos espera a nosotros para consolarnos, para hacernos compañía, para intimar con nosotros. Hay por lo tanto una relación estrechísima entre la eucaristía y el Sagrado Corazón. ¿Cuál es el mejor culto, la mejor satisfacción, la mejor devoción que podemos dar al Sagrado Corazón? Participando en la Eucaristía, Jesús recibe de nosotros el más noble culto de adoración, acción de gracias, reparación, expiación e impetración. Visitando al Santísimo Sacramento, vivo en cada Iglesia, el Sagrado Corazón de Jesús recibe adoración y amor de nuestra parte. Por eso está encendida la lamparita, símbolo de la presencia viva de ese Corazón que palpita de amor por todos. Damos culto al Corazón de Jesús, haciendo la comunión espiritual, ya sea que estemos en el trabajo, en el estudio, en la calle. Es ese recuerdo, que es deseo profundo de querer recibir a Cristo con aquella pureza, aquella humildad y devoción con que lo recibió la Santísima Virgen. Con el mismo espíritu y fervor de los santos. Haciendo Hora Santa, Jesús recibe también reparación. Cada pecado nuestro le va destrozando e hiriendo su divino corazón. Con la Hora Santa vamos reparando nuestros pecados y los pecados de la humanidad. Así se lo pidió Cristo a santa Margarita María de Alacoque en 1673 en Paray-Le-Monial (Francia). También los primeros viernes de cada mes son ocasión maravillosa para reparar a ese corazón que tanto ha amado a los suyos y que no recibe de ellos sino ingratitudes y desprecios. El culto al Sagrado Corazón de Jesús es la respuesta del hombre y de cada uno de nosotros al infinito amor de Cristo que quiso quedarse en la eucaristía para siempre. Que mientras exista uno de nosotros no vuelva Jesús a quejarse: “He aquí el Corazón que tanto ha amado y ama al hombre y en respuesta no recibo sino olvido e ingratitud”. Este culto eucarístico es la respuesta de correspondencia nuestra al amor del Corazón de Jesús, pues es en la eucaristía donde ese corazón palpita de amor por nosotros.

miércoles, 6 de junio de 2012

Sin amor, nada podemos hacer.

Estamos tan enfrascados en nuestro pequeño mundo, en nuestros problemas, que no vemos más allá de nuestros reducidos horizontes  Los hombres de hoy necesitamos más que nunca hacer una verdadera experiencia del amor, muchas veces estamos tan enfrascados en nuestro pequeño mundo, en nuestros problemas, que no vemos más allá de nuestros reducidos horizontes. Abramos el corazón a aquellas palabras de Jesús: "No hay más amor que el que da la vida por sus amigos" o "El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y haremos en Él nuestra morada". Aunque nos cueste creerlo, está al alcance de nuestra mano el que seamos morada de Dios, el que Dios habite en mí. Seamos generosos aprovechando las oportunidades que en cada momento se nos presentan. ¡Qué sabias y hermosas son las palabras del Papa Juan Pablo II cuando decía!: "Amar es, por tanto, esencialmente entregarse a los demás. Lejos de ser una inclinación instintiva, el amor es una decisión consciente de la voluntad de ir hacia los otros. Para poder amar de verdad, conviene desprenderse de todas las cosas y, sobre todo, de uno mismo; dar gratuitamente, amar hasta el fin" (Juan Pablo II, 1980). Así, el amor es fuente de equilibrio. Es el secreto de la felicidad. ¿Qué pasa si una persona no aprende a amar? la vida, tu vida o mi vida dejan de tener sentido; urge cultivar el amor, urge vivir amando, no se puede vivir sin trasmitir el amor, de lo contrario, descubrirán que en realidad no amamos:  La inteligencia sin amor...Te hace perverso. La justicia sin amor...Te hace implacable. La diplomacia sin amor...Te hace hipócrita. El éxito sin amor...Te hace arrogante. La riqueza sin amor...Te hace avaro. La docilidad sin amor...Te hace servil. La pobreza sin amor...Te hace orgulloso. La verdad sin amor...Te hace hiriente. La autoridad sin amor...Te hace tirano. El trabajo sin amor...Te hace esclavo. La pasión sin amor...Te hace promiscuo. La oración sin amor...Te hace introvertido. La ley sin amor...Te esclaviza. La fe sin amor...Te fanatiza.  El deporte sin amor...Se convierte en una vana competencia. La cruz sin amor...Se convierte en injusta tortura. La vida sin amor...NO TIENE SENTIDO. Hagamos de nuestros hogares, de nuestro lugar de trabajo, del colegio, una escuela de amor a través del servicio mutuo, de la generosidad, la confianza y el respeto fraterno. Una escuela en donde se aprenda a perdonar y a silenciar los errores de los demás; en donde todos se estrechen, con su cercanía y su oración, en torno al miembro en dificultad, que sufre o está enfermo; y en donde, a ejemplo de Cristo, siempre se tengan las puertas abiertas a todos, sin ninguna distinción. «¡Mirad cómo se aman!», exclamaban todos los que veían el testimonio de vida de los primeros cristianos, ¿hoy podrían decir lo mismo de nosotros? Hagamos el esfuerzo de pensar siempre bien de los demás; de formar un corazón capaz de amar a todos, de comprender y perdonar al hermano caído o a aquel que nos ha herido. Tratemos a los demás, en definitiva, con el mismo amor, la misma paciencia y comprensión con la que Cristo nos ha tratado.