sábado, 6 de octubre de 2012

¿Qué son las indulgencias?

¿Tiene sentido hablar hoy de las indulgencias?
 
¿Qué son las indulgencias?
¿Qué son las indulgencias?
Seguramente hemos oído la palabra “indulgencias”, entendiendo por tal una especie de gracia o favor que se vincula al cumplimiento de una acción piadosa: el rezo de alguna oración, la visita a un santuario o a otro lugar sagrado, etc. También al oír la palabra “indulgencias” vienen a nuestra memoria las disputas entre Lutero y la Iglesia de Roma, y las críticas subsiguientes de los otros reformadores del siglo XVI.

Pero, ¿qué son las indulgencias? La etimología latina de la palabra puede ayudarnos a situarnos en una pista correcta. El verbo “indulgeo” significa “ser indulgente” y también “conceder”. La indulgencia es, pues, algo que se nos concede, benignamente, en nuestro favor.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos proporciona, con palabras de Pablo VI, una definición más precisa: “La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos” (Catecismo, 1471).

La definición, exacta y densa, relaciona tres realidades: la remisión o el perdón, el pecado, y la Iglesia. La indulgencia consiste en una forma de perdón que el fiel obtiene en relación con sus pecados por la mediación de la Iglesia.

¿Qué es lo que se perdona con la indulgencia? No se perdonan los pecados, ya que el medio ordinario mediante el cual el fiel recibe de Dios el perdón de sus pecados es el sacramento de la penitencia (cf Catecismo, 1486). Pero, según la doctrina católica, el pecado entraña una doble consecuencia: lleva consigo una “pena eterna” y una “pena temporal”. ¿Qué es la pena eterna? Es la privación de la comunión con Dios. El que peca mortalmente pierde la amistad con Dios, privándose, si no se arrepiente y acude al sacramento de la penitencia, de la unión con Él para siempre.

Pero aunque el perdón del pecado por el sacramento de la Penitencia entraña la remisión de la pena eterna, subsiste aún la llamada “pena temporal”. La pena temporal es el sufrimiento que comporta la purificación del desorden introducido en el hombre por el pecado. Esta pena ha de purgarse en esta vida o en la otra (en el purgatorio), para que el fiel cristiano quede libre de los rastros que el pecado ha dejado en su vida.

Podemos poner una comparación. Imaginemos una intervención quirúrgica: un trasplante de corazón, por ejemplo. El nuevo corazón salva la vida del paciente. Se ve así liberado el enfermo de una muerte segura. Pero, cuando ya la operación ha concluido exitosamente, e incluso cuando está ya fuera de peligro, subsiste la necesidad de una total recuperación. Es preciso sanar las heridas que el mal funcionamiento del corazón anterior y la misma intervención han causado en el organismo. Pues de igual modo, el pecador que ha sido perdonado de sus culpas, aunque está salvado; es decir, liberado de la pena eterna merecida por sus pecados, tiene aún que reestablecerse por completo, sanando las consecuencias del pecado; es decir, purificando las penas temporales merecidas por él.

La indulgencia es como un indulto, un perdón gratuito, de estas penas temporales. Es como si, tras la intervención quirúrgica y el trasplante del nuevo corazón, se cerrasen de pronto todas las heridas y el paciente se recuperase de una manera rápida y sencilla, ayudado por el cariño de quienes lo cuidan, la atención esmerada que recibe y la eficacia curativa de las medicinas.

La Iglesia no es la autora, pero sí la mediadora del perdón. Del perdón de los pecados y del perdón de las penas temporales que entrañan los pecados. Por el sacramento de la Penitencia, la Iglesia sirve de mediadora a Cristo el Señor que dice al penitente: “Yo te absuelvo de tus pecados”. Con la concesión de indulgencias, la Iglesia reparte entre los fieles la medicina eficaz de los méritos de Cristo nuestro Señor, ofrecidos por la humanidad. Y en ese tesoro precioso de los méritos de Cristo están incluidos también, porque el Señor los posibilita y hace suyos, las buenas obras de la Virgen Santísima y de los santos. Ellos, los santos, son los enfermeros que vuelcan sus cuidados en el hombre dañado por el pecado, para que pueda recuperarse pronto de las marcas dejadas por las heridas.

¿Tiene sentido hablar hoy de las indulgencias? Claro que sí, porque tiene sentido proclamar las maravillas del amor de Dios manifestado en Cristo que acoge a cada hombre, por el ministerio de la Iglesia, para decirle, como le dijo al paralítico: “Tus pecados están perdonados, coge tu camilla y echa a andar”. Él no sólo perdona nuestras culpas, sino que también, a través de su Iglesia, difunde sobre nuestras heridas el bálsamo curativo de sus méritos infinitos y la desbordante caridad de los santos.

jueves, 14 de junio de 2012

Eucaristía y Sagrado Corazón de Jesús

Visitando al Santísimo Sacramento, vivo en cada Iglesia, el Sagrado Corazón de Jesús recibe adoración y amor de nuestra parte.  La Eucaristía fue el regalo más hermoso y valioso del Sagrado Corazón de Jesús. La Eucaristía nos introduce directamente en el Corazón de Jesús y nos hace gustar sus delicias espirituales. En la eucaristía, como en la cruz, está el Corazón de Jesús abierto, dejando caer sobre nosotros torrentes de gracia y de amor. En la Eucaristía está vivo el Corazón de Cristo y en una débil y blanca Hostia, parece dormir el sueño de la impotencia, pero su Corazón vela. Vela tanto si pensamos como si no pensamos en Él. No reposa. Día y noche vela por nosotros en todos los Sagrarios del mundo. Está pidiendo por nosotros, está pendiente de nosotros, nos espera a nosotros para consolarnos, para hacernos compañía, para intimar con nosotros. Hay por lo tanto una relación estrechísima entre la eucaristía y el Sagrado Corazón. ¿Cuál es el mejor culto, la mejor satisfacción, la mejor devoción que podemos dar al Sagrado Corazón? Participando en la Eucaristía, Jesús recibe de nosotros el más noble culto de adoración, acción de gracias, reparación, expiación e impetración. Visitando al Santísimo Sacramento, vivo en cada Iglesia, el Sagrado Corazón de Jesús recibe adoración y amor de nuestra parte. Por eso está encendida la lamparita, símbolo de la presencia viva de ese Corazón que palpita de amor por todos. Damos culto al Corazón de Jesús, haciendo la comunión espiritual, ya sea que estemos en el trabajo, en el estudio, en la calle. Es ese recuerdo, que es deseo profundo de querer recibir a Cristo con aquella pureza, aquella humildad y devoción con que lo recibió la Santísima Virgen. Con el mismo espíritu y fervor de los santos. Haciendo Hora Santa, Jesús recibe también reparación. Cada pecado nuestro le va destrozando e hiriendo su divino corazón. Con la Hora Santa vamos reparando nuestros pecados y los pecados de la humanidad. Así se lo pidió Cristo a santa Margarita María de Alacoque en 1673 en Paray-Le-Monial (Francia). También los primeros viernes de cada mes son ocasión maravillosa para reparar a ese corazón que tanto ha amado a los suyos y que no recibe de ellos sino ingratitudes y desprecios. El culto al Sagrado Corazón de Jesús es la respuesta del hombre y de cada uno de nosotros al infinito amor de Cristo que quiso quedarse en la eucaristía para siempre. Que mientras exista uno de nosotros no vuelva Jesús a quejarse: “He aquí el Corazón que tanto ha amado y ama al hombre y en respuesta no recibo sino olvido e ingratitud”. Este culto eucarístico es la respuesta de correspondencia nuestra al amor del Corazón de Jesús, pues es en la eucaristía donde ese corazón palpita de amor por nosotros.

miércoles, 6 de junio de 2012

Sin amor, nada podemos hacer.

Estamos tan enfrascados en nuestro pequeño mundo, en nuestros problemas, que no vemos más allá de nuestros reducidos horizontes  Los hombres de hoy necesitamos más que nunca hacer una verdadera experiencia del amor, muchas veces estamos tan enfrascados en nuestro pequeño mundo, en nuestros problemas, que no vemos más allá de nuestros reducidos horizontes. Abramos el corazón a aquellas palabras de Jesús: "No hay más amor que el que da la vida por sus amigos" o "El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y haremos en Él nuestra morada". Aunque nos cueste creerlo, está al alcance de nuestra mano el que seamos morada de Dios, el que Dios habite en mí. Seamos generosos aprovechando las oportunidades que en cada momento se nos presentan. ¡Qué sabias y hermosas son las palabras del Papa Juan Pablo II cuando decía!: "Amar es, por tanto, esencialmente entregarse a los demás. Lejos de ser una inclinación instintiva, el amor es una decisión consciente de la voluntad de ir hacia los otros. Para poder amar de verdad, conviene desprenderse de todas las cosas y, sobre todo, de uno mismo; dar gratuitamente, amar hasta el fin" (Juan Pablo II, 1980). Así, el amor es fuente de equilibrio. Es el secreto de la felicidad. ¿Qué pasa si una persona no aprende a amar? la vida, tu vida o mi vida dejan de tener sentido; urge cultivar el amor, urge vivir amando, no se puede vivir sin trasmitir el amor, de lo contrario, descubrirán que en realidad no amamos:  La inteligencia sin amor...Te hace perverso. La justicia sin amor...Te hace implacable. La diplomacia sin amor...Te hace hipócrita. El éxito sin amor...Te hace arrogante. La riqueza sin amor...Te hace avaro. La docilidad sin amor...Te hace servil. La pobreza sin amor...Te hace orgulloso. La verdad sin amor...Te hace hiriente. La autoridad sin amor...Te hace tirano. El trabajo sin amor...Te hace esclavo. La pasión sin amor...Te hace promiscuo. La oración sin amor...Te hace introvertido. La ley sin amor...Te esclaviza. La fe sin amor...Te fanatiza.  El deporte sin amor...Se convierte en una vana competencia. La cruz sin amor...Se convierte en injusta tortura. La vida sin amor...NO TIENE SENTIDO. Hagamos de nuestros hogares, de nuestro lugar de trabajo, del colegio, una escuela de amor a través del servicio mutuo, de la generosidad, la confianza y el respeto fraterno. Una escuela en donde se aprenda a perdonar y a silenciar los errores de los demás; en donde todos se estrechen, con su cercanía y su oración, en torno al miembro en dificultad, que sufre o está enfermo; y en donde, a ejemplo de Cristo, siempre se tengan las puertas abiertas a todos, sin ninguna distinción. «¡Mirad cómo se aman!», exclamaban todos los que veían el testimonio de vida de los primeros cristianos, ¿hoy podrían decir lo mismo de nosotros? Hagamos el esfuerzo de pensar siempre bien de los demás; de formar un corazón capaz de amar a todos, de comprender y perdonar al hermano caído o a aquel que nos ha herido. Tratemos a los demás, en definitiva, con el mismo amor, la misma paciencia y comprensión con la que Cristo nos ha tratado.

martes, 29 de mayo de 2012

SAN FERNANDO

SAN FERNANDO. Fernando III, «el Santo», rey de León y de Castilla, hijo de Alfonso IX de León y de Berenguela de Castilla, nació el año 1198 en el reino leonés, probablemente cerca de Valparaíso (Zamora). Tradicionalmente se afirma que perteneció a la Tercera Orden franciscana. Fue el rey de la reconquista del sur de España. Su visión política de altas miras es reconocida por los historiadores, y las gentes de toda clase y condición bendijeron su reinado sabio, ecuánime, prudente. En los territorios reconquistados por él, nunca hubo vencedores y vencidos. Con razón es proclamado «señor de la convivencia de cristianos, musulmanes y judíos». Contrajo dos matrimonios sucesivos, que fueron felices, y de ambos tuvo en conjunto trece hijos. Fue hombre de óptimos sentimientos y limpias costumbres. Además de administrar con sabiduría sus reinos, promovió las artes y las ciencias, y colaboró en la propagación de la fe. Vivió rodeado del respecto y afecto de unos y otros, y su muerte fue llorada por todos. Murió en Sevilla el 30 de mayo de 1252.- Oración: Oh Dios, que elegiste al rey san Fernando como defensor de tu Iglesia en la tierra, escucha las súplicas de tu pueblo que te pide tenerlo como protector en el cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

lunes, 28 de mayo de 2012

LOS SIETE DONES DEL ESPÍRITU SANTO


Los siete dones del Espíritu

Siete dones

La tradición espiritual y teológica entiende que son siete los dones del Espíritu Santo, y halla la raíz de su convencimiento en la Sagrada Escritura, especialmente en algunos lugares principales.

En Isaías 11, 2-3, concretamente, se asegura que en el Mesías esperado habrá una plenitud total de los dones del Espíritu divino. No le serán dados estos dones con medida, como a Salomón se le da la sabiduría o a Sansón la fortaleza, sino que sobre él reposará el Espíritu de Yahvé con absoluta plenitud.

No entro aquí acerca de si los dones son seis o son siete, según el texto original y la versión de los Setenta y de la Vulgata, pues habríamos de analizar cuestiones exegéticas demasiado especializadas para nuestro intento.

Los Padres antiguos vieron también aludidos los siete dones del Espíritu Santo en aquellos septenarios del Apocalipsis que hablan de siete espíritus de Dios (1,4; 5,6), siete candeleros de oro (1,12), siete estrellas (1,16), siete antorchas (4,5), siete sellos (5, 1.5), siete ojos y siete cuernos del Cordero (5,6).

Éstos y otros lugares de la Escritura fueron estimulando desde antiguo en la historia de la teología y de la espiritualidad una doctrina sistemática de los siete dones del Espíritu Santo, que alcanza su madurez en la teología de Santo Tomás, que ya hemos estudiado anteriormente, aunque sea en forma muy breve.

Correspondencia

Santo Tomás enseña que todos los dones del Espíritu Santo están vinculados entre sí, de tal modo que se potencian mutuamente: el don de fortaleza, por ejemplo, ayuda al de consejo, y éste abre camino al don de ciencia, etc. Y a su vez todos los dones están vinculados con la caridad teologal (STh I-II,68,5).

A esa doctrina muy firme, añade el Doctor común otras explicaciones más opinables, en las que señala que hay también una especial correspondencia entre cada una de las virtudes y los dones del Espíritu Santo, que vienen a perfeccionarlas en su ejercicio (STh I-II,68-69; II-II, 8. 9. 19. 45. 52. 121. 139.141 ad3m).

Virtudes teologales 
(sobre el fin)

Caridad 
Sabiduría
Fe 
Ciencia y Entendimiento
Esperanza 
Temor

Virtudes morales
 (sobre los medios)

Prudencia 
Consejo
Justicia 
Piedad
Fortaleza
Templanza 
Temor

Todos los dones del Espíritu Santo son perfectísimos, evidentemente. Sin embargo, la tradición teológica y espiritual suele ver en ellos una escala ascendente de menor a mayor excelencia: en la base pone el temor de Dios y en la cumbre el don de sabiduría.

Notemos, por último, antes de examinar uno a uno los diferentes dones del Espíritu Santo, que todos ellos, aunque sean hábitos infusos distintos, son participaciones en un mismo y solo Espíritu, que obra así en el hombre al modo divino. El apóstol Pablo expresa esto en palabras muy breves, pero muy exactas: «hay diversidad de dones, pero uno solo es el Espíritu» (1Cor 12,4).

domingo, 13 de mayo de 2012

Ntra. Sra. de Fátima

La Santísima Virgen María se manifestó a tres niños campesinos En 1917, en el momento de las apariciones, Fátima era una ciudad desconocida de 2.500 habitantes, situada a 800 metros de altura y a 130 kilómetros al norte de Lisboa, casi en el centro de Portugal. Hoy Fátima es famosa en todo el mundo y su santuario lo visitan innumerables devotos.  Allí, la Virgen se manifestó a niños de corta edad: Lucía, de diez años, Francisco, su primo, de nueve años, un jovencito tranquilo y reflexivo, y Jacinta, hermana menor de Francisco, muy vivaz y afectuosa. Tres niños campesinos muy normales, que no sabían ni leer ni escribir, acostumbrados a llevar a pastar a las ovejas todos los días. Niños buenos, equilibrados, serenos, valientes, con familias atentas y premurosas. Los tres habían recibido en casa una primera instrucción religiosa, pero sólo Lucía había hecho ya la primera comunión. Las apariciones estuvieron precedidas por un "preludio angélico": un episodio amable, ciertamente destinado a preparar a los pequeños para lo que vendría. Lucía misma, en el libro Lucia racconta Fátima (Editrice Queriniana, Brescia 1977 y 1987) relató el orden de los hechos, que al comienzo sólo la tuvieron a ella como testigo. Era la primavera de 1915, dos años antes de las apariciones, y Lucía estaba en el campo junto a tres amigas. Y esta fue la primera manifestación del ángel: Sería más o menos mediodía, cuando estábamos tomando la merienda. Luego, invité a mis compañeras a recitar conmigo el rosario, cosa que aceptaron gustosas. Habíamos apenas comenzado, cuando vimos ante nosotros, como suspendida en el aire, sobre el bosque, una figura, como una estatua de nieve, que los rayos del sol hacían un poco transparente. "¿Qué es eso?", preguntaron mis compañeras, un poco atemorizadas. "No lo sé". Continuamos nuestra oración, siempre con los ojos fijos en aquella figura, que desapareció justo cuando terminábamos (ibíd., p. 45). El hecho se repitió tres veces, siempre, más o menos, en los mismos términos, entre 1915 y 1916. Llegó 1917, y Francisco y Jacinta obtuvieron de sus padres el permiso de llevar también ellos ovejas a pastar; así cada mañana los tres primos se encontraban con su pequeño rebaño y pasaban el día juntos en campo abierto. Una mañana fueron sorprendidos por una ligera lluvia, y para no mojarse se refugiaron en una gruta que se encontraba en medio de un olivar. Allí comieron, recitaron el rosario y se quedaron a jugar hasta que salió de nuevo el sol. Con las palabras de Lucía, los hechos sucedieron así: ... Entonces un viento fuerte sacudió los árboles y nos hizo levantar los ojos... Vimos entonces que sobre el olivar venía hacia nosotros aquella figura de la que ya he hablado. Jacinta y Francisco no la habían visto nunca y yo no les había hablado de ella. A medida que se acercaba, podíamos ver sus rasgos: era un joven de catorce o quince años, más blanco que si fuera de nieve, el sol lo hacía transparente como de cristal, y era de una gran belleza. Al llegar junto a nosotros dijo: "No tengan miedo. Soy el ángel de la paz. Oren conmigo". Y arrodillado en la tierra, inclinó la cabeza hasta el suelo y nos hizo repetir tres veces estas palabras: "Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman". Luego, levantándose, dijo: "Oren así. Los corazones de Jesús y María están atentos a la voz de sus súplicas". Sus palabras se grabaron de tal manera en nuestro espíritu, que jamás las olvidamos y, desde entonces, pasábamos largos períodos de tiempo prosternados, repitiéndolas hasta el cansancio (ibíd, p. 47). En el prefacio al libro de Lucía, el padre Antonio María Martins anota con mucha razón que la oración del ángel "es de una densidad teológica tal" que no pudo haber sido inventada por unos niños carentes de instrucción. "Ha sido ciertamente enseñada por un mensajero del Altísimo", continúa el estudioso. "Expresa actos de fe, adoración, esperanza y amor a Dios Uno y Trino". Durante el verano el ángel se presentó una vez más a los niños, invitándolos a ofrecer sacrificios al Señor por la conversión de los pecadores y explicándoles que era el ángel custodio de su patria, Portugal. Pasó el tiempo y los tres niños fueron de nuevo a orar a la gruta donde por primera vez habían visto al ángel. De rodillas, con la cara hacia la tierra, los pequeños repiten la oración que se les enseñó, cuando sucede algo que llama su atención: una luz desconocida brilla sobre ellos. Lucía lo cuenta así: Nos levantamos para ver qué sucedía, y vimos al ángel, que tenía en la mano izquierda un cáliz, sobre el que estaba suspendida la hostia, de la que caían algunas gotas de sangre adentro del cáliz. El ángel dejó suspendido el cáliz en el aire, se acercó a nosotros y nos hizo repetir tres veces: "Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te ofrezco el preciosísimo cuerpo, sangre, alma y divinidad de Jesucristo...". Luego se levantó, tomó en sus manos el cáliz y la hostia; me dio la hostia santa y el cáliz lo repartió entre Jacinta y Francisco... (ibíd., p. 48). El ángel no volvió más: su tarea había sido evidentemente la de preparar a los niños para los hechos grandiosos que les esperaban y que tuvieron inicio en la primavera de 1917, cuarto año de la guerra, que vio también la revolución bolchevique. El 13 de mayo era domingo anterior a la Ascensión. Lucía, Jacinta y Francisco habían ido con sus padres a misa, luego habían reunido sus ovejas y se habían dirigido a Cova da Iria, un pequeño valle a casi tres kilómetros de Fátima, donde los padres de Lucía tenían un cortijo con algunas encinas y olivos. Aquí, mientras jugaban, fueron asustados por un rayo que surcó el cielo azul: temiendo que estallara un temporal, decidieron volver, pero en el camino de regreso, otro rayo los sorprendió, aún más fulgurante que el primero. Dijo Lucía: A los pocos pasos, vimos sobre una encina a una Señora, toda vestida de blanco, más brillante que el sol, que irradiaba una luz más clara e intensa que la de un vaso de cristal lleno de agua cristalina, atravesada por los rayos del sol más ardiente. Sorprendidos por la aparición, nos detuvimos. Estábamos tan cerca que nos vimos dentro de la luz que la rodeaba o que ella difundía. Tal vez a un metro o medio de distancia, más o menos... (ibíd., p. 118). La Señora habló con voz amable y pidió a los niños que no tuvieran miedo, porque no les haría ningún daño. Luego los invitó a venir al mismo sitio durante seis meses consecutivos, el día 13 a la misma hora, y antes de desaparecer elevándose hacia Oriente añadió: "Reciten la corona todos los días para obtener la paz del mundo y el fin de la guerra". Los tres habían visto a la Señora, pero sólo Lucía había hablado con ella; Jacinta había escuchado todo, pero Francisco había oído sólo la voz de Lucía. Lucía precisó después que las apariciones de la Virgen no infundían miedo o temor, sino sólo "sorpresa": se habían asustado más con la visión del ángel. En casa, naturalmente, no les creyeron y, al contrario, fueron tomados por mentirosos; así que prefirieron no hablar más de lo que habían visto y esperaron con ansia, pero con el corazón lleno de alegría, que llegara el 13 de junio. Ese día los pequeños llegaron a la encina acompañados de una cincuentena de curiosos. La aparición se repitió y la Señora renovó la invitación a volver al mes siguiente y a orar mucho. Les anunció que se llevaría pronto al cielo a Jacinta y Francisco, mientras Lucía se quedaría para hacer conocer y amar su Corazón Inmaculado. A Lucía, que le preguntaba si de verdad se quedaría sola, la Virgen respondió: "No te desanimes. Yo nunca te dejaré. Mi Corazón Inmaculado será tu refugio y el camino que te conducirá hasta Dios". Luego escribió Lucía en su libro: En el instante en que dijo estas últimas palabras, abrió las manos y nos comunicó el reflejo de aquella luz inmensa. En ella nos veíamos como inmersos en Dios. Jacinta y Francisco parecían estar en la parte de la luz que se elevaba al cielo y yo en la que se difundía sobre la tierra. En la palma de la mano derecha de la Virgen había un corazón rodeado de espinas, que parecían clavarse en él. Comprendimos que era el Corazón Inmaculado de María, ultrajado por los pecados de la humanidad, y que pedía reparación (ibíd., p. 121). Cuando la Virgen desapareció hacia Oriente, todos los presentes notaron que las hojas de las encinas se habían doblado en esa dirección; también habían visto el reflejo de la luz que irradiaba la Virgen sobre el rostro de los videntes y cómo los transfiguraba. El hecho no pudo ser ignorado: en el pueblo no se hablaba de otra cosa, naturalmente, con una mezcla de maravilla e incredulidad. La mañana del 13 de julio, cuando los tres niños llegaron a Cova da Iria, encontraron que los esperaban al menos dos mil personas. La Virgen se apareció a mediodía y repitió su invitación a la penitencia y a la oración. Solicitada por sus padres, Lucía tuvo el valor de preguntarle a la Señora quién era; y se atrevió a pedirle que hiciera un milagro que todos pudieran ver. Y la Señora prometió que en octubre diría quién era y lo que quería y añadió que haría un milagro que todos pudieran ver y que los haría creer. Antes de alejarse, la Virgen mostró a los niños los horrores del infierno (esto, sin embargo, se supo muchos años después, en 1941, cuando Lucía, por orden de sus superiores escribió las memorias recogidas en el libro ya citado. En ese momento, Lucía y sus primos no hablaron de esta visión en cuanto hacía parte de los secretos confiados a ellos por la Virgen, cuya tercera parte aún se ignora) y dijo que la guerra estaba por terminar, pero que si los hombres no llegaban a ofender a Dios, bajo el pontificado de Pío XII estallaría una peor. Cuando vean una noche iluminada por una luz desconocida, sabrán que es el gran signo que Dios les da de que está por castigar al mundo a causa de sus crímenes, por medio de la guerra, del hambre y de la persecución a la Iglesia y al Santo Padre. Para impedirla, quiero pedirles la consagración de Rusia a mi Corazón Inmaculado y la comunión reparadora los primeros sábados. Si cumplen mi petición, Rusia se convertirá y vendrá la paz. Si no, se difundirán en el mundo sus horrores, provocando guerras y persecuciones a la Iglesia... Al final, mi Corazón Inmaculado triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia, que se convertirá, y se le concederá al mundo un período de paz... (ibíd., p. 122). Después de esta aparición, Lucía fue interrogada de modo muy severo por el alcalde, pero no reveló a ninguno los secretos confiados por la Virgen. El 13 de agosto, la multitud en Cova era innumerable: los niños, sin embargo, no llegaron. A mediodía en punto, sobre la encina, todos pudieron ver el relámpago y la pequeña nube luminosa. ¡La Virgen no había faltado a su cita! ¿Qué había sucedido? Los tres pastorcitos habían sido retenidos lejos del lugar de las apariciones por el alcalde, que con el pretexto de acercarlos en auto, los había llevado a otro lado, a la casa comunal, y los había amenazado con tenerlos prisioneros si no le revelaban el secreto. Ellos callaron, y permanecieron encerrados. Al día siguiente hubo un interrogatorio con todas las de la ley, y con otras amenazas, pero todo fue inútil, los niños no abandonaron su silencio. Finalmente liberados, los tres pequeños fueron con sus ovejas a Cova da Iria el 19 de agosto, cuando, de repente, la luz del día disminuyó, oyeron el relámpago y la Virgen apareció: pidió a los niños que recitaran el rosario y se sacrificaran para redimir a los pecadores. Pidió también que se construyera una capilla en el lugar. Los tres pequeños videntes, profundamente golpeados por la aparición de la Virgen, cambiaron gradualmente de carácter: no más juegos, sino oración y ayuno. Además, para ofrecer un sacrificio al Señor se prepararon con un cordel tres cilicios rudimentarios, que llevaban debajo de los vestidos y los hacían sufrir mucho. Pero estaban felices, porque ofrecían sus sufrimientos por la conversión de los pecadores. El 13 de septiembre, Cova estaba atestada de personas arrodilladas en oración: más de veinte mil. A mediodía el sol se veló y la Virgen se apareció acompañada de un globo luminoso: invitó a los niños a orar, a no dormir con los cilicios, y repitió que en octubre se daría un milagro. Todos vieron que una nube cándida cubría a la encina y a los videntes. Luego reapareció el globo y la Virgen desapareció hacia Oriente, acompañada de una lluvia, vista por todos, de pétalos blancos que se desvanecieron antes de tocar tierra. En medio de la enorme emoción general, nadie dudaba que la Virgen en verdad se había aparecido. El 13 de octubre es el día del anunciado milagro. En el momento de la aparición se llega a un clima de gran tensión. Llueve desde la tarde anterior. Cova da Iria es un enorme charco, pero no obstante miles de personas pernoctan en el campo abierto para asegurar un buen puesto. Justo al mediodía, la Virgen aparece y pide una vez más una capilla y predice que la guerra terminará pronto. Luego alza las manos, y Lucía siente el impulso de gritar que todos miren al sol. Todos vieron entonces que la lluvia cesó de golpe, las nubes se abrieron y el sol se vio girar vertiginosamente sobre sí mismo proyectando haces de luz de todos los colores y en todas direcciones: una maravillosa danza de luz que se repitió tres veces. La impresión general, acompañada de enorme estupor y preocupación, era que el sol se había desprendido del cielo y se precipitaba a la tierra. Pero todo vuelve a la normalidad y la gente se da cuenta de que los vestidos, poco antes empapados por el agua, ahora están perfectamente secos. Mientras tanto la Virgen sube lentamente al cielo en la luz solar, y junto a ella los tres pequeños videntes ven a san José con el Niño. Sigue un enorme entusiasmo: las 60.000 personas presentes en Cova da Iria tienen un ánimo delirante, muchos se quedan a orar hasta bien entrada la noche. Las apariciones se concluyen y los niños retoman su vida de siempre, a pesar de que son asediados por la curiosidad y el interés de un número siempre mayor de personas: la fama de Fátima se difunde por el mundo. Entre tanto las predicciones de la Virgen se cumplen: al final de 1918 una epidemia golpea a Fátima y mina el organismo de Francisco y Jacinta. Francisco muere santamente en abril del año siguiente como consecuencia del mal, y Jacinta en 1920, después de muchos sufrimientos y de una dolorosísima operación. En 1921, Lucía entra en un convento y en 1928 pronuncia los votos. Será sor María Lucía de Jesús. Se sabe que, luego de concluir el ciclo de Fátima, Lucía tuvo otras apariciones de la Virgen (en 1923, 1925 y 1929), que le pidió la devoción de los primeros sábados y la consagración de Rusia. En Fátima las peticiones de la Virgen han sido atendidas: ya en 1919 fue erigida por el pueblo una primera modesta capilla. En 1922 se abrió el proceso canónico de las apariciones y el 13 de octubre de 1930 se hizo pública la sentencia de los juicios encargados de valorar los hechos: "Las manifestaciones ocurridas en Cova da Iria son dignas de fe y, en consecuencia, se permite el culto público a la Virgen de Fátima". También los papas, de Pío XII a Juan Pablo II, estimaron mucho a Fátima y su mensaje. Movido por una carta de sor Lucía, Pío XII consagraba el mundo al Corazón Inmaculado de María el 31 de octubre de 1942. Pablo VI hizo referencia explícita a Fátima con ocasión de la clausura de la tercera sesión del Concilio Vaticano II. Juan Pablo II fue personalmente a Fátima el 12 de mayo de 1982: en su discurso agradeció a la Madre de Dios por su protección justamente un año antes, cuando se atentó contra su vida en la plaza de San Pedro. Con el tiempo, se han construido en Fátima una grandiosa basílica, un hospital y una casa para ejercicios espirituales. Junto a Lourdes, Fátima es uno de los santuarios marianos más importantes y visitados del mundo.

jueves, 8 de marzo de 2012

CHESTERTON PROFÉTICO

Chesterton Profético

Por Dale Ahlquist

Presidente, American Chesterton Society

G.K. Chesterton es una gran fuente de alegría, pero hoy vamos a ver que no se equivocaba en que todo está mal. Vamos a ver lo bueno que fue en predecir las cosas malas que han ocurrido durante el último siglo. Aunque que es un placer leer a Chesterton y disfrutar de sus deliciosos análisis, es difícil obtener el mismo placer de sus palabras proféticas, a pesar de que son profundas.

[…]Chesterton observa que podría producirse una revolución que hiciera mayordaño al mundo que la Revolución bolchevique. Y sería la Revolución sexual.

En el momento en el que el sexo deja de ser un servidor, se convierte en un tirano. ("The World St. Francis Found," S. Francisco de Asís).

Se permitirá al gobierno y a los expertos, sin juicio o discusión, disponer de las generaciones de no nacidos con la ligereza de los dioses paganos. Estamoscolocando lo oficial” en un trono. ("The Chartered Libertine," A Miscellany of Men).

[…]"hay más de una forma de cometer infanticidio; y una forma es asesinar a la infancia sin matar al niño." ("Rhymes for Children," GKC as MC).

[…] Borrarán la antigua autoridad de los padres. Su lugar no lo va a ocupar ni la libertad ni la licencia, sino la autoridad del Estado mucho más supresora ydestructiva” (Illustrated London News 24 nov., 1928).

[…] La manera en la que el Estado ha conseguido su mayor poder, arrebatándolo a los padres y a la Iglesia, es cuando se apoderó de la Educación. Nunca antes en la historia del mundo había tenido el Estado tanto poder como cuando haobligado a todos los niños a ir al colegio. El objetivo de la educación obligatoria, dice Chesterton, ha sido "privar a la gente normal de su sentido común.". (Illustrated London News, 7 sept., 1929).

Y no es tanto que se enseñe una filosofía no adecuada como que no se enseñe ninguna. Mientras que el Estado esté a cargo de la Educación, no enseñamos nada, dice Chesterton, “y el mismo tipo de nada, a todos. Porque a lo que obligamos a todas las familias, por el poder de la policía, no es a una filosofía, sino al arte de leer y escribir sin filosofía. (Illustrated London News, 3 oct, 1931).

Chesterton también predijo el resultado moderno de que el Estado asumiría la Educación y la llamada tolerancia de todos los credos: el resultado ha sido la persecución del cristianismo. Mientras que los pensadores modernos se quejan sobre las persecuciones religiosas del pasado, deberían anunciar algo peor. Como dice Chesterton:

Los librepensadores sinceros no deberían preocuparse tanto por laspersecuciones del pasado. Antes de que la idea liberal muera o triunfe, veremos guerras y persecuciones como el mundo nunca antes las ha visto." (DailyNews, 18 feb., 1905).

Esto son momentos en los que se espera de un cristiano que alabe cualquier credo menos el suyo. (Illustrated London News, 11 agosto, 1928).

Personas que comienzan a combatir a la Iglesia en el nombre de la libertad y la humanidad, terminan desechando la libertad y la humanidad con tal de combatir a la Iglesia. ("The Romance of Orthodoxy," Ortodoxia).

La ortodoxia es la única herejía perseguida. (Illustrated London News, 6junio, 1935).

jueves, 1 de marzo de 2012

EL PUDOR

El pudor va más allá del ámbito sexual. No es un subgénero del ser humano sino su aplicación fundamental. La reserva que implica no significa una acción de esconder o proteger, como la madre cuando pasa una escena de violencia en el dvd para que su hijo no la vea. Es un saber que guarda lo indefinible en el hombre: la propia dignidad, la naturaleza de su misterio, es por tanto veladura y sutileza.

Hay algo incomunicable en nuestra última habitación que lleva un principio de respetabilidad y no injerencia, del que el otro no puede llegar a apropiarse y no acaba nunca de penetrar.

El oftalmólogo es incapaz de entender la mirada del cliente, y el cirujano plástico el rostro del paciente.

La dignidad que descansa a la sombra del pudor significa que yo no puedo esclavizar a nadie, ni atar ni atarme, yo soy un otro, un “enfrente“, y el otro no me puede ser un “necesario“.

El hombre y la mujer se revelan como un misterio uno al otro por el pudor. Por eso, las relaciones no se basan en la necesidad, sino en la elección de un trabajo concertado en la que se camina unidos, no fundidos.

El pudor afecta a toda la persona y muestra su nariz en la manera de mirar, de sentarse, de ser, de escuchar. Es una realidad tan profunda que se puede conocer menos que amar.

lunes, 20 de febrero de 2012

¿Por qué nos imponen la ceniza?

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El próximo miércoles, la imposición de la ceniza señalará el inicio de la cuaresma. Cubrirse de ceniza para simbolizar penitencia y arrepentimiento es una tradición que viven muchas religiones. Este es el origen y significado de este símbolo.

20 de febrero de 2012

La Cuaresma, tiempo de preparación interior a la celebración de la Muerte y Resurrección de Cristo, inicia con el miércoles santo.

Opus Dei -
Este día cae en diferentes fechas año a año, de acuerdo a la fecha móvil de Pascua. Puede acontecer entre el 4 de febrero y el 10 de marzo.

Que la Cuaresma dure 40 días es una costumbre que se fijó en el siglo IV. Siguiendo la tradición, en los siglos VI-VII cobró gran importancia el ayuno como práctica cuaresmal.

Pero no es práctica habitual ayunar en domingo -por tratarse del día del Señor- por lo que se adelantó el inicio de la Cuaresma al miércoles.

En la imposición de la ceniza, el sacerdote traza una cruz sobre la frente de los fieles, mientras repite las palabras "Conviértete y cree en el Evangelio" o "Recuerda que polvo eres y en polvo te has de convertir", para recordarnos que nuestro lugar definitivo es el Cielo.

El uso de la ceniza para simbolizar penitencia es antiguo: los judíos, por ejemplo, acostumbraban a cubrirse de ceniza cuando hacían algún sacrificio, al igual que los ninivitas.

También en los primeros siglos de la Iglesia, las personas que querían recibir el Sacramento de la Reconciliación el Jueves Santo, se ponían ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad vestidos con un "hábito penitencial". Esto representaba su voluntad de convertirse.

En la Iglesia católica esta tradición perdura desde el siglo IX y existe para recordarnos que, al final de nuestra vida, sólo nos llevaremos aquello que hayamos hecho por Dios y por los demás hombres.

domingo, 19 de febrero de 2012

Tropas españolas en Herat ........ Un pedido a España.

Un pedido desde las tropas españolas destacadas en Herat: 300 rosarios, 300 cruces, formas y vino de misa

En medio de los riesgos, para el destacamento español en la provincia afgana de Herat, supone el desarrollo de su trabajo, aflora el sentimiento religioso. De ahí el pedido que desde la capellanía han hecho llegar a Madrid: 300 rosarios y otras 300 cruces (hay cerca de 350 efectivos en la base), seis paquetes grandes de formas para la Comunión, vino de misa, un cirio y velas grandes y pequeñas.

Los militares suelen pedir a los capellanes estampas y medallas cuando se enfrentan a misiones complicadas. Como anécdota, el número de solicitudes de escapularios aumentó considerablemente después de un peligroso atentado.

Hay además, en algunos vehículos, una pegatina en el salpicadero cuyo origen no está claro -el capellán se las encontró ya puestas-, con un mensaje un tanto tétrico pero que mueve a las tropas a acercarse a Dios: "Hoy puedes morir, confiésate".

La herencia ..........¡Del bien!

Es frecuente que nos pongamos a pensar, si algo tenemos, en cómo serán repartidos esos bienes cuando dejemos este mundo.

Bien sabemos que nada nos vamos a llevar, aunque haya personas que lo deben de poner en duda por el empeño y la obsesión en acumular fortunas, objetos, joyas, propiedades, etcétera, pero... aunque no sea mayor cosa lo que poseemos siempre hay una inquietud sobre el destino de lo que hoy y ahora es nuestro.

Naturalmente que, como cosa normal, será el cónyuge o los hijos los que recibirán ese beneficio.

Y pensando en estas cosas es que hacemos testamento.

Hay personas que les da miedo hacerlo, pues les parece que es como rozar un poco la mano fría de la muerte, como un mal presagio, como soltar las ataduras de esos bienes y sentir que ya no son tan nuestros, ... en fin, conceptos totalmente equivocados, pues el tomar la decisión de hacer testamento es, bien podría decirse, una obligación para que a nuestra partida no dejemos enredos y disgustos.

Pero he aquí que pensando en esto se me viene a la mente...si habremos pensado también un poco en qué herencia y testamento espiritual les vamos a dejar a nuestros hijos, nietos, esposo o esposa y demás familiares y amigos que nos rodean.

¿Qué recuerdo les quedará?...¿Qué imagen les dejaremos, de manera indeleble de nuestra persona, de nuestro proceder ante la vida, de nuestra actuación ante los acontecimientos que nos tocó vivir en nuestro corto o largo camino junto a ellos?...

Me decía un persona muy querida, agobiada por el vacío y la ausencia que representaba haber perdido al compañero de su vida, en su reciente viudez: - "Me estoy muriendo por dentro pero he de darle a mis hijos y nietos el testimonio de mi fortaleza, el ejemplo de que se acatar la voluntad de Dios, con una sonrisa y con mucho ánimo"....¿No es esto estar haciendo testamento y de estar dejando una herencia más rica que todos los millones del mundo?

El amor a Dios, la honestidad, la rectitud, la conservación de las tradiciones, el ser responsable, transparente en la verdad, la educación, la fidelidad para los seres y las creencias, la fe, el saber perdonar y pedir perdón, la fortaleza en los momentos de prueba, en una palabra: el amor.

Y cuando la vida es difícil y cuando hay carencias, cuando hay penas, cuando hay enfermedad... ¿no es una gran herencia utilizar nuestra vida para poner algo de esa vida al servicio de quién lo necesita?

Qué huella tan diferente podemos dejar, al irnos, si hemos sido generosos, no solo en lo material sino en darnos, un desgastarse poco a poco para que los demás tengan mejor calidad de vida o por el contrario nos llegue la hora...sin habernos estrenado.

Como bien dice J.L. Martín Descalzo: - "Hay personas que se cuidan, se ahorran, se "conservan", van a llegar a la otra vida como un abrigo guardado en el ropero".

Y con esto de la herencia y el testamento pensamos que al correr del tiempo, mucho tiempo después de que nos hayamos ido, ... solo importará y tendrá valor la herencia de la semilla del bien que dejamos en alguien y que estará germinando, quizá sin que él o nosotros lo sepamos, pero que será la verdadera herencia y legado que dará constancia de HABER PASADO POR ESTE MUNDO.

jueves, 16 de febrero de 2012

Cinco llaves para entrar en la Eucaristía.

Silencio

El silencio es un poder. Sin él es muy difícil escuchar. Nuestras eucaristías son deficitarias en silencio. Parece como si nos violentásemos por el simple hecho de estar unos segundos sin decir nada.

El silencio es el ruido de la oración.

El silencio, después de la homilía, es interpelación.

El silencio, después de la comunión, es gratitud al Dios por tanto que nos ha dado.

En el silencio se llena todo de nuestras intenciones personales, peticiones o deseos.

La música o el canto, los símbolos y otras cosas secundarias, nunca pueden ser una especie de tapagujeros que hagan más “digerible” la eucaristía. El silencio no es ausencia de...., es cultivar un lugar para que Dios nazca.

Comtemplación

La Eucaristía se hace más sabrosa cuando se la contempla. En el horizonte inmenso todo parece igual, pero cuando los ojos quedan fijos en él, surgen detalles que a simple vista parecían no existir.

Con la Eucaristía ocurre lo mismo. Es un paisaje que puede parecer todos los días igual. Sentarse, relajarse, olvidarse de lo que rodea lleva al alma contemplativa, a la persona contemplativa a vivir una serie de sensaciones que es la presencia escondida de Dios.

Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose dijo: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile que me ayude”. Le respondió el Señor: “Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada”. (Lucas 10, 38-42).

Oración

La oración y la eucaristía van de la mano como la cerradura se acciona con la llave. La eucaristía. El diálogo con Jesús se hace más fecundo después de haber escuchado la Palabra de Dios. Para que la Eucaristía resulte vibrante, no es cuestión de recurrir a la ayuda puntual del ritmo maraquero o guitarrero. En el diálogo de las personas está el crecimiento personal y comunitario. En la oración reside uno de los potenciales más grandes para entender, comprender y vivir intensamente la Eucaristía.

"Cuando oréis, no seáis como los hipócritas que son amigos de rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas, para exhibirse ante la gente. Ya han cobrado su paga, os lo aseguro. Tú, en cambio, cuando quieras rezar, echa la llave y rézale a tu Padre que está ahí en lo escondido; Tu Padre que ve lo escondido te recompensará" (Mt. 6, 5-6).

Caridad

La fuente de la caridad perfecta es la Eucaristía. La fuente de la caridad que nunca se agota ni se cansa es la Eucaristía. En ella contrastamos nuestros personales egoísmos con las grandes carencias que existen en el mundo que nos rodea. Cada día que pasa es una oportunidad que Dios nos da para ofrecer algo o parte de la riqueza material o personal que podemos tener cada uno de nosotros.

Hay dos dimensiones que nunca podemos olvidar al celebrar la eucaristía: la caridad hacia Dios y la caridad hacia los hermanos. Amar a Dios con todo el corazón y con toda nuestra alma es subirse al trampolín, para saltar y amar, aunque se nos haga duro y a veces imposible, a los más próximos a nosotros. Y, esos próximos, ¡qué lejos los tenemos muchas veces del corazón y qué cerca físicamente!

Hoy, de todas maneras, está más de moda mirar horizontalmente al hombre que verticalmente acordarnos de que Dios existe.

«Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, cercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: "Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva." ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?» El dijo: «El que practicó la misericordia con él». Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo».

Escucha

Cuando Dios habla no nos da simple información: se nos revela. Su Palabra es un escáner por el que vamos conociendo el corazón de Dios, sus sentimientos, sus pensamientos y, también, lo qué tiene pensado para cada uno de nosotros. Lo qué quiere de cada uno de nosotros.

El Antiguo Testamento nos prepara a la venida de Cristo. Las epístolas y otras lecturas nos ofrecen las reflexiones de San Pablo y de otros contemporáneos sobre Jesucristo, su vida y su mensaje. El Evangelio nos da la clave de cada encuentro eucarístico. Es el punto culminante de toda la Liturgia de la Palabra. Es en este momento, cuando puestos de pie rendimos homenaje presente en la Palabra.

Le reclamaba una vez por la noche al Señor: - "¿Por qué Señor no me escuchas?, si cada noche te hablo..." - "¿Por qué Señor no me atiendes?, cuando en cada momento te pido..." - "¿Por qué Señor no te veo?, si oro constantemente..." - "En esta noche Señor hablo y hablo contigo, mas no siento tu presencia, ¿por qué Señor no me tomas en cuenta?

A lo que Dios contestó: - "Cada noche escucho tu clamor, cada noche trato de atender, cada noche trato de hacerme ver delante de ti, y quisiera cumplir tus deseos. Pero me hablas y pides muchas cosas, las cuales escucho con atención, sin embargo, en cuanto terminas de agradecer y de pedir lo que necesitas, terminas tu oración, sin darme oportunidad de hablar"

Una conversación es un diálogo entre dos, muchas veces hablamos con Dios pero no nos damos un tiempo para escuchar su voz. ¿Alguna vez has tratado de hablar con alguien que no te deja decir ni una sola palabra? Pues bien, Dios quiere hacernos escuchar su voz y para eso necesita que le des la oportunidad de hacerlo, y solo entonces, al escuchar su voz y guardar silencio por un momento, tu oración será completa, y Dios cumplirá su promesa de darte todo aquello que pidas con fe.

Vosotros, pues, escuchad la parábola del sembrador. Sucede a todo el que oye la Palabra del Reino y no la comprende, que viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado a lo largo del camino. El que fue sembrado en pedregal, es el que oye la Palabra, y al punto la recibe con alegría; pero no tiene raíz en sí mismo, sino que es inconstante y, cuando se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumba enseguida. El que fue sembrado entre los abrojos, es el que oye la Palabra, pero los preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas ahogan la Palabra, y queda sin fruto. Pero el que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la Palabra y la comprende: éste sí que da fruto y produce, uno ciento, otro sesenta, otro treinta

miércoles, 15 de febrero de 2012

Alguna paradoja del cristianismo.

Después de casi 2000 años, el cristianismo no deja de sorprender. Porque se mantiene vivo. Porque alimenta los corazones de millones de personas. Porque une a los creyentes en su solo rebaño, bajo un solo pastor, como miembros de la Iglesia católica. Porque irradia su mensaje (que viene de Dios) hacia los demás hombres y mujeres que todavía no creen.

Entre las paradojas del cristianismo hay tres que se refieren precisamente a las virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad.

Gilbert Chesterton (1874-1936), un escritor inglés que con el pasar de los años se convirtió al catolicismo, explicaba así las paradojas en las virtudes teologales: ´la caridad significa perdonar lo imperdonable, pues si no, no es virtud ni es nada. La esperanza significa esperar cuando la situación resulta desesperada, pues si no, no es virtud ni es nada. Y la fe significa creer en lo increíble, pues si no, no es virtud ni es nada´ (Chesterton, ´Herejes´, capítulo XII).

En otra obra, titulada ´Ortodoxia´ (1908), Chesterton quiso ir más a fondo en esta dimensión paradójica del cristianismo. En la que estamos citando, ´Herejes´ (publicada en 1905), lo hizo de modo más breve, pero no menos incisivo. Así se muestra en las líneas que siguen al texto que acabamos de copiar:

´La fe no resulta nada moderna, y suele criticarse desde todas las bandas por el hecho de constituir, precisamente, una paradoja. Todo el mundo repite, burlón, la definición infantil según la cual la fe es «el poder de creer en lo que sabemos que es falso».

Y sin embargo no hay nada que resulte más paradójico que la esperanza y la caridad. La caridad es el poder de defender lo que sabemos que es indefendible. La esperanza es el poder de permanecer alegres en circunstancias que sabemos desesperadas.

Es cierto que existe un estado de esperanza que pertenece a las brillantes perspectivas del mañana, pero esa no es la virtud de la esperanza. La virtud de la esperanza existe sólo tras un terremoto, durante un eclipse.

Es cierto que existe algo que suele llamarse caridad, y que equivale a la caridad que se ejerce con los pobres, que se lo merecen. Pero la caridad ejercida con quienes la merecen no es en absoluto caridad, sino justicia. Son quienes no la merecen los que la necesitan, y el ideal, o bien no existe en absoluto, o bien existe del todo para ellos. Por razones prácticas, es en el momento desesperado cuando nos hace falta el hombre esperanzado, y esa virtud, o bien no existe en absoluto, o bien empieza a existir en ese momento´.

Desde un punto de vista teológico, se pueden criticar estas descripciones porque no son perfectas, o porque no dejan de lado aspectos importantes de cada una de esas virtudes, especialmente el hecho de que vienen de Dios como un don que se ofrece al hombre y que llevan a una mayor unión con Dios y con los hermanos.

Pero desde el punto de vista vivencial, Chesterton supo ilustrar con esas líneas lo que quizá podemos haber olvidado: ser cristianos implica ir contra corriente, oponerse al mundo, aceptar un modo de pensar y de vivir que para muchos parece una auténtica necedad, una absurda paradoja, un escándalo sin sentido (cf. 1Cor 1,23-25).

Mientras, muchos buscan seguridades en donde no la hay. La bolsa engaña a la avaricia y hunde en la desesperación. El banco muestra números y al final desilusiona al no ser capaz de devolver la salud o al empezar a cobrar intereses desorbitados. El trabajo absorbe e ilusiona hasta que nos lleva al tedio o nos despiden. Incluso los amigos, esos con quienes pasábamos tan buenos ratos, un día nos desprecian porque alguien lanzó al ruedo calumnias que destruyeron nuestro buen nombre. El deporte satisface hasta que una enfermedad o la edad nos incapacita.

Así es la vida. Basta un terremoto (como los que ocurren, dramáticamente, cada año) para que todo se venga abajo. Precisamente entonces, como decía Chesterton, empieza la esperanza. Como también la caridad inicia cuando hemos sufrido una injusticia ´imperdonable´ y empezamos a recorrer el largo camino del perdón: “la misericordia se siente superior al juicio” (St 2,13).

Sólo si llegamos a descubrir que Dios nos ama precisamente cuando hemos caído en el peor de los males, el pecado, entenderemos la belleza paradójica de la fe cristiana: ´mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros´ (Rm 5,8).

lunes, 23 de enero de 2012

SANTIDAD DEL MATRIMONIO Y DE LA FAMILIA

De la Constitución pastoral Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, del Concilio Vaticano segundo (Núm. 48)

SANTIDAD DEL MATRIMONIO Y DE LA FAMILIA

El hombre y la mujer, que por el pacto conyugal ya no son dos, sino una sola carne, con la íntima unión de personas y de obras se ofrecen mutuamente ayuda y servicio, experimentando así y logrando, más plenamente cada día, el sentido de su propia unidad.

Esta íntima unión, por ser una donación mutua de dos personas, y el mismo bien de los hijos exigen la plena fidelidad de los esposos y urgen su indisoluble unidad.

Cristo, el Señor, bendijo abundantemente este amor multiforme que brota del divino manantial del amor de Dios y que se constituye según el modelo de su unión con la Iglesia.

Pues, así como Dios en otro tiempo buscó a su pueblo con un pacto de amor y de fidelidad, así ahora el Salvador de los hombres y Esposo de la Iglesia sale al encuentro de los esposos cristianos por el sacramento del matrimonio. Permanece, además, con ellos para que, así como él amó a su Iglesia y se entregó por ella, del mismo modo, los esposos, por la mutua entrega, se amen mutuamente con perpetua fidelidad.

El auténtico amor conyugal es asumido por el amor divino y se rige y enriquece por la obra redentora de Cristo y por la acción salvífica de la Iglesia, para que los esposos sean eficazmente conducidos hacia Dios y se vean ayudados y confortados en su sublime papel de padre y madre.

Por eso, los esposos cristianos son robustecidos y como consagrados para los deberes y dignidad de su estado, gracias a este sacramento particular; en virtud del cual cumpliendo su deber conyugal y familiar, imbuidos por el espíritu de Cristo, con el que toda su vida queda impregnada de fe, esperanza y caridad, se van acercando cada vez más hacia su propia perfección y mutua santificación, y así contribuyen conjuntamente a la glorificación de Dios.

De ahí que, cuando los padres preceden con su ejemplo y oración familiar, los hijos, e incluso cuantos conviven en la misma familia, encuentran más fácilmente el camino de la bondad, de la salvación y de la santidad. Los esposos, adornados de la dignidad y del deber de la paternidad y maternidad, habrán de cumplir entonces con diligencia su deber de educadores, sobre todo en el campo religioso, deber que les incumbe a ellos principalmente.

Los hijos, como miembros vivos de la familia, contribuyen a su manera a la santificación de sus padres, pues, con el sentimiento de su gratitud, con su amor filial y con su confianza, corresponderán a los beneficios recibidos de sus padres y, como buenos hijos, los asistirán en las adversidades y en la soledad de la vejez.

sábado, 7 de enero de 2012

Examen de conciencia del empresario


Autor: Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa, Argentina | Fuente: Acde.org.ar
Examen de conciencia del empresario
Los expertos de la Asociación Cristiana de Diregentes de Empresa, Argentina (ACDE) nos ofrecen una guía para elaborar un examen de conciencia y verificar así si cumplimos con los principios básicos de la DSI y la ética empresarial.
Examen de conciencia del empresario
Examen de conciencia del empresario
¿Por qué un examen de conciencia?
1. En su Carta Apostólica “Mientras se aproxima el tercer milenio”, el Papa Juan Pablo II, luego de explicar que es el Jubileo del año 2000, nos recuerda que “el gozo de un jubileo es siempre de un modo particular el gozo por la remisión de las culpas, la alegría de la conversión” (T.M.A. 32).

Así es justo –sigue diciendo- que “la Iglesia asuma con una conciencia más viva el pecado de sus hijos recordando todas las circunstancias en las que, a lo largo de la historia, se han alejado del Espíritu de Cristo y de su Evangelio, ofreciendo al mundo –en vez del testimonio de una vida inspirada en los valores de la fe- el espectáculo de modos de pensar y actuar que eran verdaderas formas de antitestimonio y de escándalo”.

2. Por eso el Santo Padre juzga que la Iglesia “no puede atravesar el umbral del nuevo milenio sin animar a sus hijos a purificarse, en el arrepentimiento de errores, infidelidades, incoherencias y lentitudes. Reconocer los fracasos de ayer es un acto de lealtad y valentía que nos ayuda a reforzar nuestra fe, haciéndonos capaces y dispuestos para afrontar las tentaciones y las dificultades de hoy” (T.M.A. 33). Más adelante sostiene “la cercanía del final del segundo milenio anima a todos a un examen de conciencia” (T.M.A. 34).

3. Ya en 1981 nuestros obispos en el documento “Iglesia y comunidad nacional” sostenían que “...los argentinos cada uno en cuanto persona y cada grupo en cuanto integrante del conjunto social, han de examinarse con humilde sinceridad sobre su comportamiento y han de tomar conciencia sobre la proyección comunitaria de sus actos. No han de temer ese examen los grupos más significativos de la vida argentina”.

4. Los hombres y mujeres de ACDE, que formamos parte de la Iglesia y que ejercemos nuestra misión actuando profesionalmente en el mundo de la empresa, nos sentimos no sólo testigos sino partícipes y protagonistas principales de muchas fallas en nuestro proceder. Decíamos en las “Reflexiones al finalizar el año 1996”, que nuestras propias miserias y nuestras innumerables carencias nos obligan a hacer “un examen de conciencia y, arrepentidos de corazón, buscar sinceramente una renovada conversión”.

5. ACDE considera entonces como una prioridad de su misión proponer a quienes integran el mundo de la empresa que realicemos un profundo y sincero examen de conciencia como preparación para comenzar el tercer milenio. No dudamos que el reconocimiento de los errores y faltas realizado con humildad y el deseo del perdón generarán, después del lógico dolor, la alegría de la reconciliación y la posibilidad de vivir una vida renovada.

¿Por que debe ser un examen personal?
6. Recordando las palabras de Jesús: “¿Por qué te fijas en la paja que está en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que está en el tuyo?” (Mt. 7,3), los empresarios cristianos nucleados en ACDE queremos realizar un examen personal de conciencia sobre nuestros modos de proceder e invitar a nuestros colegas del campo empresario a que compartan y realicen personalmente esta revisión de vida que queremos hacer en la presencia de Dios ante quien debemos dar cuenta de nuestros actos.

7. ACDE no pretende representar al mundo empresarial y realizar en su nombre un examen de conciencia. Sí, en cambio, puede hacer conocer su propia reflexión, sus dudas y sus preocupaciones, para que cada uno se enfrente personalmente al desafío. De todos modos, el hecho de exponer cuáles pueden ser las principales faltas específicas a nuestras propias responsabilidades como hombres de empresa refleja nuestro convencimiento de la necesidad de arrepentimiento y conversión.

8. Sin embargo, y dado que “...el pecado, en sentido verdadero y propio, es siempre un acto de la persona, porque es un acto libre de la persona individual y no precisamente de un grupo o una comunidad” (R.P 16), propiciamos que este examen sea personal y no corporativo. Que cada uno se examine a sí mismo. Para facilitar este examen personal, ACDE ha considerado conveniente incorporar en un documento adecuado a la temática empresarial algunos puntos de reflexión. De allí surge la Guía de Orientación que hemos preparado para el análisis personal.

La moralidad de las acciones personales

9. Antes de iniciar un examen de conciencia, recordemos que la moralidad de los actos está determinada por tres factores: el objeto del acto, es decir lo que se hace; las circunstancias que configuran el marco de la acción y la intención del sujeto que realiza el acto.

10. En primer lugar, entonces, debe tenerse en cuenta que el hombre de empresa actúa en un contexto social e histórico determinado. En su condición de empresario se desempeña en un ámbito que tiene exigencias éticas particulares, que ACDE recogió en sus grandes líneas en su “Propuesta de Ética Empresaria”. Recorrerla es una ayuda para realizar un examen de conciencia de lo que se debe hacer desde el punto de vista objetivo, aquí, en otras partes y otras circunstancias.

11. En segundo lugar, hay que considerar que cualquier hombre actúa en situaciones concretas exteriores e interiores que –si bien no determinan su accionar- sin duda condicionan su libertad. “El hombre puede estar condicionado, apremiado, empujado por no pocos ni leves factores externos; así como puede estar sujeto también a tendencias, taras y costumbres unidas a su condición personal. En no pocos casos, dichos factores externos e internos pueden atenuar, en mayor o menor grado, su libertad y por lo tanto su responsabilidad y culpabilidad” (R.P 16). Sin embargo, “los innumerables condicionamientos en medio de los cuales viene a encontrarse la libertad individual a la hora de actuar...facilitan más o menos su ejercicio, pero no pueden destruirla” (C.A. 25).

12. Muchas de estas circunstancias que condicionaron su libertad, tienen que ver con las situaciones históricas particulares que se vivieron en la Argentina en las últimas décadas, que significaron enfrentarse con un serio desafío ético. En este aspecto, las sucesivas “Reflexiones al finalizar el año” que ACDE ha efectuado constituyen un valioso relevamiento de estas circunstancias, de estos males sociales que han formado el contexto en el que los empresarios han debido tomar sus decisiones.

13. En tercer lugar, es necesario advertir la enorme importancia que tiene la intención en la moralidad de nuestras acciones y en el fervor de nuestra vida cristiana. Un examen de conciencia como el que proponemos no es la autocrítica de un ciudadano frente a un juez, sino la revisión que un hijo hace frente a su Padre de cómo corresponde a su amor y al amor a sus hermanos. Ya que, como decía San Juan de la Cruz, “al final de nuestras vidas seremos examinados en el amor”. En definitiva debemos preguntarnos: “¿amo a Dios sobre todas las cosas y a mi prójimo como a mí mismo?”.

Pecados sociales que requieren nuestro cuestionamiento

14. Un completo examen de conciencia debe permitir una mirada amplia, profunda y personal sobre las propias conductas tanto activas como pasivas (“Yo confieso.. que he pecado mucho, de pensamiento, palabra, obra y omisión”.). No vamos a sugerir una reflexión sobre muchas de ellas que son similares a las de cualquier hombre o mujer en relación con Dios o con otros hombres. Nos vamos a concentrar en algunos de los pecados sociales cercanamente vinculados a los hombres de empresa.

15. Antes de hacerlo, creemos oportuno recordar la enseñanza de Juan Pablo II en su exhortación apostólica “Reconciliación y Penitencia”, en la cual detalla tres sentidos del concepto de “pecado social”. En primer lugar, dice el Santo Padre es “reconocer que –en virtud de una solidaridad humana tan misteriosa e imperceptible, como real y concreta- el pecado de cada uno repercute en cierta manera en los demás”.

16. En segundo lugar, son sociales los pecados que constituyen “una agresión directa al prójimo”. Es social todo pecado contra el bien común y sus exigencias, dentro del amplio panorama de los derechos y deberes de los ciudadanos. Puede ser social el pecado de obra u omisión por parte de la dirigencia política, sindical y empresaria que –aún pudiéndolo- no se empeña con sabiduría en el mejoramiento o en la transformación de la sociedad según las exigencias y las posibilidades del momento histórico”.

17. Finalmente, en determinadas circunstancias se entiende como pecados sociales a “la acumulación y la concentración de mucho pecados personales...de quien engendra, favorece o explota la iniquidad, de quien pudiendo hacer algo por evitar, eliminar, o al menos limitar determinados males sociales, omite el hacerlo por pereza, miedo y encubrimiento, por complicidad solapada o por indiferencia de quien busca refugio en la presunta imposibilidad de cambiar el mundo; y también de quien pretende eludir la fatiga y el sacrificio, alegando supuestas razones de orden superior”.

18. Es importante que asumamos nuestra responsabilidad tanto por nuestros actos como por la contribución, activa o pasiva, que hacemos a la persistencia de los males y pecados sociales. “La conducta cristiana no puede tolerar pasivamente la existencia de este marco de condicionamiento. Debe tratar de cambiarlo para favorecer conductas correctas y buenas” (R.P 16). Y por lo tanto, al hacer el examen de conciencia deberíamos preguntarnos si hemos combatido de palabra y con acciones estos males y pecados; si hemos tolerado y nos hemos acomodado sin protesta a estos pecados; si hemos contribuido con nuestra acción personal de palabra y de obra a agravarlos.

Invitamos a los hombres y mujeres de empresa –con la ayuda de las preguntas que formulamos- a identificar las propias fallas tanto frente a los pecados sociales, como frente a los propios de la acción y responsabilidad empresaria. Invitamos al examen de conciencia personal. Invitamos a pedir perdón y reconciliarnos. Invitamos a hacer realidad en nuestras vidas al hombre de empresa que necesita la Argentina en el comienzo de un nuevo milenio. Invitamos a formar un nuevo espíritu empresario.

Invitamos, a “santificarnos como hombres de empresa”.

¿Amo al Señor, mi Dios, sobre todas las cosas...?

§ Dónde está mi tesoro allí está mi corazón, ¿dónde está el mío? ¿Tengo inmoderados deseos de fama, de figuración, de riqueza y de poder? ¿Cómo distribuyo mi tiempo? ¿Qué valores estoy privilegiando con ello?

§ ¿Considero los bienes materiales como simples medios, expresión del esfuerzo de mi trabajo, o los concibo como un fin en sí mismo que reemplazan, o al menos comparten, su posición con la del Señor?

§ ¿En que medida a causa de los defectos de mi vida cristiana, tanto en lo religioso, como en lo social y moral, soy responsable de una atmósfera cultural secularista y carente de la presencia de Dios?

§ ¿Tomo conciencia de que en ocasiones vivo con una indiferencia religiosa, pérdida del sentido trascendente de la existencia humana, extravíos en el campo ético y un marcado relativismo moral?

§ ¿Confío en Dios, o muchas veces ante la adversidad en los negocios pienso que nada tiene solución y pierdo la esperanza? ¿Amo a mi prójimo y le deseo el bien?

§ ¿Considero realmente con felicidad el progreso y los logros que otros obtienen en su carrera empresaria? ¿Me alegro de corazón ante los bienes materiales que mis colegas obtienen del fruto de su trabajo?

§ ¿Tengo sentimientos de envidia ante el éxito de los otros? ¿Con la gente que es más capaz que yo, soy envidioso o trato de imitarlos?

§ ¿Soy consciente de que en la búsqueda del éxito no puedo anteponer mis intereses personales o sectoriales en desmedro de la dignidad de las personas que interactúan conmigo?

§ ¿Busco siempre y a toda costa quedar bien con mis superiores, aún cuando para hacerlo deba perjudicar a otros o renunciar a mis valores o principios?

§ ¿Hago lo suficiente por promover y mejorar la educación de todos los miembros de mi empresa, no importando su exposición? ¿Me preocupo por entusiasmarlos y capacitarlos en su tarea diaria para posibilitar su desarrollo personal y laboral?

§ ¿Me preocupo de mantener una fluida comunicación entre todos los miembros de la empresa, canalizando inquietudes, sugerencias y aprovechando la potencialidad y creatividad de cada uno?

§ ¿Cultivo la amistad como un don superior o someto sus posibilidades a los avatares de las relaciones empresarias?

§ ¿Cuido realmente el alcance de mis palabras cuando me refiero a otras personas, especialmente si se trata de mis competidores? ¿Es la honestidad una norma en mi accionar empresario?

§ ¿Velo para que se vivan en mi empresa los valores cristianos de austeridad, justicia, verdad, honestidad, solidaridad? ¿Estoy seguro de que mis actitudes diarias en los negocios son coherentes con el modelo de vida cristiana?

§ ¿Doy testimonio o simplemente declamo? ¿Puedo ser considerado un ejemplo? ¿Las personas que me rodean ven en mi accionar la aplicación de los principios que proclamo o me ven que los uso cuando me conviene?

§ ¿Antepongo la verdad ante todo? ¿O a veces falto a ella o la digo a medias para obtener determinados fines?

§ ¿Tengo la valentía de destacar públicamente mis principios cristianos como respaldo o explicación para la toma de una decisión favorable o no a mis intereses privados y personales?

§ ¿Existen códigos de ética en mi empresa? ¿Los cumplo, los promuevo y soy testimonio de los mismos? Si no existen, ¿qué estoy haciendo para formularlos?

§ ¿Asumo la responsabilidad de que en mi empresa los empleados trabajen con ética? ¿O pongo excesiva presión en los resultados de cada acción individual justificando tácitamente comportamientos no éticos?

§ Aún perdiendo posibilidades de obtener negocios, ¿evito asociarme a empresarios con conductas claramente reñidas con la moral que proclamo?

§ ¿Hasta que punto justifico prebendas, coimas, o favores con el argumento de que ello es necesario para mantener la fuente de trabajo para mis empleados y sus familias? ¿Me esfuerzo por ser correcto, o elijo la vía más cómoda?

§ ¿Cumplo con mis obligaciones como ciudadano adecuadamente? ¿Me escudo en que las obligaciones que me impone el Estado son desmesuradamente gravosas, imposibles de cumplir y, por lo tanto, dejan de ser un deber moral para mí? Y aún creyendo en conciencia que las cosas son así, ¿no debería replantearme el tema?

§ ¿Denuncio lo que está mal o por comodidad, tranquilidad y conveniencia mantengo actitudes pasivas y no comprometidas? ¿Hago buen uso de los bienes que administro y poseo?

§ ¿Soy consciente de que como hombre de empresa soy sólo un administrados de los bienes que Dios me dio en custodia, y que de todos ellos deberé rendir cuentas?

§ ¿Qué uso hago de los bienes de la empresa? ¿Me apropio de ellos indebidamente al usarlos para mis fines personales, no siempre consistentes con los intereses de la empresa?

§ ¿Soy austero? ¿Cómo manejo los gastos de representación, decoración de oficinas, automóviles, viajes, y otros a los que puedo acceder por mi posición? ¿Evito la ostentación con mis propios bienes personales?

§ ¿Siento tristeza o envidia ante los bienes de los otros y deseo desordenado de apropiármelos?

§ ¿Tengo conciencia de que el retener y no dar lo que corresponde a los otros es faltar al mandamiento de no robar? ¿Pago los salarios justos? ¿Cumplo con mis proveedores? ¿Les doy a mis clientes los bienes y servicios comprometidos?

§ ¿Creo que como empresario debo satisfacer todas las necesidades de mis clientes, o existen límites en la oferta de bienes y servicios? ¿Cuáles son esos límites? ¿Qué principios me orientan? ¿Puedo alentar exageradamente el consumismo inútil aunque convenga a los intereses de mi empresa?

§ ¿Mantengo la calidad de los productos y servicios que fabrico y vendo? ¿Cuido el medio ambiente, entendiendo como una responsabilidad propia la preservación de la tierra para las generaciones futuras?

§ ¿Fijo los precios de mis productos teniendo en cuenta un razonable margen de utilidad, más allá de que el mercado me permita elevarlo por encima de ello?

§ ¿Qué criterios orientan mis decisiones de inversión? ¿Tengo en cuenta que además de análisis económicos hay opciones morales, sociales y culturales en juego? ¿Respeto a los hombres y mujeres vinculados con mi trabajo?

§ ¿Qué actitudes tengo en el ámbito de mi empresa frente a personas de otro sexo que veo atractivas y sensuales? ¿Transmito deseos o ejerzo presiones no adecuadas? ¿Hago bromas que provoquen incomodidades?

§ ¿Soy respetuoso de la dignidad como persona de mis colaboradores cuando me tientan pensamientos impuros? ¿Logro dominar las situaciones que muchas veces se dan cuando comparto tantas horas con una persona del otro sexo por la cual puedo sentir alguna atracción?

§ ¿Cómo razono y aconsejo cuando veo que estas circunstancias están ocurriendo en mi lugar de trabajo?

§ ¿Soy discriminatorio en la empresa con respecto a las personas que pueden tener problemas de homosexualidad? ¿Trato de apoyarlas y busco que eviten el escándalo y la degradación? ¿También evito todo tipo de discriminación racial, religiosa o basada en otros problemas morales?

§ ¿Cuido de no transigir en mi actividad empresaria con prácticas de negocios que se basan en invitar a posibles clientes o socios a lugares donde se practica la pornografía y la prostitución?

§ ¿Tengo en cuenta en las formas de comunicación, tantos internas como externas de mi empresa, la búsqueda de respeto y ejemplaridad? ¿Vigilo que las políticas, contenidos y forma de las comunicaciones empresarias estén en línea con los principios cristianos que proclamo?

§ ¿Cuido que las actividades comunicacionales se mantengan dentro de lo moral y éticamente sano, aún por encima de eventuales indicadores, ratings o tendencias?

§ Si en mi empresa no existiera una clara inquietud por vigilar estos marcos para comunicaciones comerciales, ¿qué puedo y que debo hacer? ¿Trato de comunicar a mis colegas, proveedores y asesores mis normas, valores y principios?

¿Trato de crear una comunidad de trabajo?
§ Desde mi empresa o desde mi posición profesional, ¿contribuyo a que las personas puedan desarrollarse y crecer como personas? ¿Es mi empresa una comunidad de personas o un conjunto de piezas de una maquinaria? ¿Genera alegría y esperanza en sus miembros, o sólo preocupación y angustia?

§ ¿Me preocupo del bienestar de mis trabajadores y sus familias? ¿Veo a cada integrante de mi empresa como un hijo de Dios y un hermano mío, con mi misma dignidad, con una familia que debe alimentar y educar como la mía, y con sus propias inquietudes, sueños e ilusiones? ¿Escucho sus problemas personales?

§ ¿Qué tipo de dirigente soy? ¿Me detengo a escuchar a mis empleados, no sólo a decirles buenos días, sino a escuchar sus opiniones e ideas? ¿Actúo en la vida diaria entendiendo que mi función de dirigente es servir a los demás?

§ ¿Respeto como personas a quienes trabajan conmigo? ¿Trato a cada empleado con dignidad, sin elevar la voz y de manera amable y respetuosa? ¿O el trato depende de su jerarquía y del grado de necesidad que tengo de alguno de ellos?

§ Cuándo debo tomar decisiones que afectan a los empleados de mi empresa ¿tengo en cuenta en la medida de lo posible la situación de cada uno de ellos? ¿Aprovecho mi situación dominante al definir una desvinculación laboral? ¿Dedico el tiempo necesario para la toma de decisiones difíciles que afectan a otros? ¿Además de buscar ser eficiente soy solidario?

§ Durante mi accionar empresario ¿enfoco mis obligaciones con responsabilidad social? ¿Soy plenamente consciente de que todos los bienes y autoridad que poseo no son exclusivas de mi propiedad, sino que debo usarlas al servicio de los demás?

§ Cuando debo actuar y tomar decisiones estratégicas de negocios, presionado por la obtención de ganancias para subsistir, por la necesidad de crecer para no perder posicionamiento frente a la competencia local e internacional, por la exigencia de una mayor productividad laboral y otros factores, ¿analizo el impacto integral de mis decisiones? ¿Qué priorizo?

§ ¿Qué papel tiene la solidaridad en mi vida? Al tomar opciones en lo empresarial, en lo social y en lo político, ¿tomo en cuenta a los pobres y a los excluidos? ¿Estoy comprometido con el bienestar de la gente?

§ ¿Apoyo a las instituciones que trabajan en acciones solidarias? ¿Busco hacer el bien y ser solidario en forma consistente, evitando acciones facilistas que sólo
intentan tranquilizar mi conciencia?

¿Busco mi propia santificación en mi acción empresarial?
§ ¿Reflexiono sobre mis responsabilidades como dirigente empresario cristiano? ¿Vivo y comunico en ideas, palabras y actitudes los principios que proclamo? ¿Es mi conducta real coincidente con mis expresiones? ¿Vivo el trabajo de todos los días con alegría?

§ ¿Soy consciente de que el ámbito laboral es un lugar de evangelización? ¿Cómo puedo colaborar con otros colegas empresarios para que también guíen sus acciones de acuerdo con los principios y valores que sostengo?

§ ¿Trato de ser auténticamente coherente en mi vida persona, familiar, profesional y social, cuestionándome diariamente si mis hábitos y actitudes son coherentes con un modelo de vida cristiana?

§ ¿Doy a mis hijos una verdadera formación, o las correcciones más que paternales o fraternas son muchas veces fruto del estado de ánimo con que llego a mi casa después del trabajo?

§ ¿Tengo algún momento en mis días de descanso que dedico a quienes me pueden necesitar? ¿Doy lugar a los momentos necesarios para amar y atender a mi cónyuge y a mis hijos, y para dejarme amar y atender por ellos?

§ ¿Me doy los tiempos necesarios para dialogar con Dios, y tratar de conocer su voluntad?