lunes, 20 de febrero de 2012

¿Por qué nos imponen la ceniza?

?

El próximo miércoles, la imposición de la ceniza señalará el inicio de la cuaresma. Cubrirse de ceniza para simbolizar penitencia y arrepentimiento es una tradición que viven muchas religiones. Este es el origen y significado de este símbolo.

20 de febrero de 2012

La Cuaresma, tiempo de preparación interior a la celebración de la Muerte y Resurrección de Cristo, inicia con el miércoles santo.

Opus Dei -
Este día cae en diferentes fechas año a año, de acuerdo a la fecha móvil de Pascua. Puede acontecer entre el 4 de febrero y el 10 de marzo.

Que la Cuaresma dure 40 días es una costumbre que se fijó en el siglo IV. Siguiendo la tradición, en los siglos VI-VII cobró gran importancia el ayuno como práctica cuaresmal.

Pero no es práctica habitual ayunar en domingo -por tratarse del día del Señor- por lo que se adelantó el inicio de la Cuaresma al miércoles.

En la imposición de la ceniza, el sacerdote traza una cruz sobre la frente de los fieles, mientras repite las palabras "Conviértete y cree en el Evangelio" o "Recuerda que polvo eres y en polvo te has de convertir", para recordarnos que nuestro lugar definitivo es el Cielo.

El uso de la ceniza para simbolizar penitencia es antiguo: los judíos, por ejemplo, acostumbraban a cubrirse de ceniza cuando hacían algún sacrificio, al igual que los ninivitas.

También en los primeros siglos de la Iglesia, las personas que querían recibir el Sacramento de la Reconciliación el Jueves Santo, se ponían ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad vestidos con un "hábito penitencial". Esto representaba su voluntad de convertirse.

En la Iglesia católica esta tradición perdura desde el siglo IX y existe para recordarnos que, al final de nuestra vida, sólo nos llevaremos aquello que hayamos hecho por Dios y por los demás hombres.

domingo, 19 de febrero de 2012

Tropas españolas en Herat ........ Un pedido a España.

Un pedido desde las tropas españolas destacadas en Herat: 300 rosarios, 300 cruces, formas y vino de misa

En medio de los riesgos, para el destacamento español en la provincia afgana de Herat, supone el desarrollo de su trabajo, aflora el sentimiento religioso. De ahí el pedido que desde la capellanía han hecho llegar a Madrid: 300 rosarios y otras 300 cruces (hay cerca de 350 efectivos en la base), seis paquetes grandes de formas para la Comunión, vino de misa, un cirio y velas grandes y pequeñas.

Los militares suelen pedir a los capellanes estampas y medallas cuando se enfrentan a misiones complicadas. Como anécdota, el número de solicitudes de escapularios aumentó considerablemente después de un peligroso atentado.

Hay además, en algunos vehículos, una pegatina en el salpicadero cuyo origen no está claro -el capellán se las encontró ya puestas-, con un mensaje un tanto tétrico pero que mueve a las tropas a acercarse a Dios: "Hoy puedes morir, confiésate".

La herencia ..........¡Del bien!

Es frecuente que nos pongamos a pensar, si algo tenemos, en cómo serán repartidos esos bienes cuando dejemos este mundo.

Bien sabemos que nada nos vamos a llevar, aunque haya personas que lo deben de poner en duda por el empeño y la obsesión en acumular fortunas, objetos, joyas, propiedades, etcétera, pero... aunque no sea mayor cosa lo que poseemos siempre hay una inquietud sobre el destino de lo que hoy y ahora es nuestro.

Naturalmente que, como cosa normal, será el cónyuge o los hijos los que recibirán ese beneficio.

Y pensando en estas cosas es que hacemos testamento.

Hay personas que les da miedo hacerlo, pues les parece que es como rozar un poco la mano fría de la muerte, como un mal presagio, como soltar las ataduras de esos bienes y sentir que ya no son tan nuestros, ... en fin, conceptos totalmente equivocados, pues el tomar la decisión de hacer testamento es, bien podría decirse, una obligación para que a nuestra partida no dejemos enredos y disgustos.

Pero he aquí que pensando en esto se me viene a la mente...si habremos pensado también un poco en qué herencia y testamento espiritual les vamos a dejar a nuestros hijos, nietos, esposo o esposa y demás familiares y amigos que nos rodean.

¿Qué recuerdo les quedará?...¿Qué imagen les dejaremos, de manera indeleble de nuestra persona, de nuestro proceder ante la vida, de nuestra actuación ante los acontecimientos que nos tocó vivir en nuestro corto o largo camino junto a ellos?...

Me decía un persona muy querida, agobiada por el vacío y la ausencia que representaba haber perdido al compañero de su vida, en su reciente viudez: - "Me estoy muriendo por dentro pero he de darle a mis hijos y nietos el testimonio de mi fortaleza, el ejemplo de que se acatar la voluntad de Dios, con una sonrisa y con mucho ánimo"....¿No es esto estar haciendo testamento y de estar dejando una herencia más rica que todos los millones del mundo?

El amor a Dios, la honestidad, la rectitud, la conservación de las tradiciones, el ser responsable, transparente en la verdad, la educación, la fidelidad para los seres y las creencias, la fe, el saber perdonar y pedir perdón, la fortaleza en los momentos de prueba, en una palabra: el amor.

Y cuando la vida es difícil y cuando hay carencias, cuando hay penas, cuando hay enfermedad... ¿no es una gran herencia utilizar nuestra vida para poner algo de esa vida al servicio de quién lo necesita?

Qué huella tan diferente podemos dejar, al irnos, si hemos sido generosos, no solo en lo material sino en darnos, un desgastarse poco a poco para que los demás tengan mejor calidad de vida o por el contrario nos llegue la hora...sin habernos estrenado.

Como bien dice J.L. Martín Descalzo: - "Hay personas que se cuidan, se ahorran, se "conservan", van a llegar a la otra vida como un abrigo guardado en el ropero".

Y con esto de la herencia y el testamento pensamos que al correr del tiempo, mucho tiempo después de que nos hayamos ido, ... solo importará y tendrá valor la herencia de la semilla del bien que dejamos en alguien y que estará germinando, quizá sin que él o nosotros lo sepamos, pero que será la verdadera herencia y legado que dará constancia de HABER PASADO POR ESTE MUNDO.

jueves, 16 de febrero de 2012

Cinco llaves para entrar en la Eucaristía.

Silencio

El silencio es un poder. Sin él es muy difícil escuchar. Nuestras eucaristías son deficitarias en silencio. Parece como si nos violentásemos por el simple hecho de estar unos segundos sin decir nada.

El silencio es el ruido de la oración.

El silencio, después de la homilía, es interpelación.

El silencio, después de la comunión, es gratitud al Dios por tanto que nos ha dado.

En el silencio se llena todo de nuestras intenciones personales, peticiones o deseos.

La música o el canto, los símbolos y otras cosas secundarias, nunca pueden ser una especie de tapagujeros que hagan más “digerible” la eucaristía. El silencio no es ausencia de...., es cultivar un lugar para que Dios nazca.

Comtemplación

La Eucaristía se hace más sabrosa cuando se la contempla. En el horizonte inmenso todo parece igual, pero cuando los ojos quedan fijos en él, surgen detalles que a simple vista parecían no existir.

Con la Eucaristía ocurre lo mismo. Es un paisaje que puede parecer todos los días igual. Sentarse, relajarse, olvidarse de lo que rodea lleva al alma contemplativa, a la persona contemplativa a vivir una serie de sensaciones que es la presencia escondida de Dios.

Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose dijo: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile que me ayude”. Le respondió el Señor: “Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada”. (Lucas 10, 38-42).

Oración

La oración y la eucaristía van de la mano como la cerradura se acciona con la llave. La eucaristía. El diálogo con Jesús se hace más fecundo después de haber escuchado la Palabra de Dios. Para que la Eucaristía resulte vibrante, no es cuestión de recurrir a la ayuda puntual del ritmo maraquero o guitarrero. En el diálogo de las personas está el crecimiento personal y comunitario. En la oración reside uno de los potenciales más grandes para entender, comprender y vivir intensamente la Eucaristía.

"Cuando oréis, no seáis como los hipócritas que son amigos de rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas, para exhibirse ante la gente. Ya han cobrado su paga, os lo aseguro. Tú, en cambio, cuando quieras rezar, echa la llave y rézale a tu Padre que está ahí en lo escondido; Tu Padre que ve lo escondido te recompensará" (Mt. 6, 5-6).

Caridad

La fuente de la caridad perfecta es la Eucaristía. La fuente de la caridad que nunca se agota ni se cansa es la Eucaristía. En ella contrastamos nuestros personales egoísmos con las grandes carencias que existen en el mundo que nos rodea. Cada día que pasa es una oportunidad que Dios nos da para ofrecer algo o parte de la riqueza material o personal que podemos tener cada uno de nosotros.

Hay dos dimensiones que nunca podemos olvidar al celebrar la eucaristía: la caridad hacia Dios y la caridad hacia los hermanos. Amar a Dios con todo el corazón y con toda nuestra alma es subirse al trampolín, para saltar y amar, aunque se nos haga duro y a veces imposible, a los más próximos a nosotros. Y, esos próximos, ¡qué lejos los tenemos muchas veces del corazón y qué cerca físicamente!

Hoy, de todas maneras, está más de moda mirar horizontalmente al hombre que verticalmente acordarnos de que Dios existe.

«Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, cercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: "Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva." ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?» El dijo: «El que practicó la misericordia con él». Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo».

Escucha

Cuando Dios habla no nos da simple información: se nos revela. Su Palabra es un escáner por el que vamos conociendo el corazón de Dios, sus sentimientos, sus pensamientos y, también, lo qué tiene pensado para cada uno de nosotros. Lo qué quiere de cada uno de nosotros.

El Antiguo Testamento nos prepara a la venida de Cristo. Las epístolas y otras lecturas nos ofrecen las reflexiones de San Pablo y de otros contemporáneos sobre Jesucristo, su vida y su mensaje. El Evangelio nos da la clave de cada encuentro eucarístico. Es el punto culminante de toda la Liturgia de la Palabra. Es en este momento, cuando puestos de pie rendimos homenaje presente en la Palabra.

Le reclamaba una vez por la noche al Señor: - "¿Por qué Señor no me escuchas?, si cada noche te hablo..." - "¿Por qué Señor no me atiendes?, cuando en cada momento te pido..." - "¿Por qué Señor no te veo?, si oro constantemente..." - "En esta noche Señor hablo y hablo contigo, mas no siento tu presencia, ¿por qué Señor no me tomas en cuenta?

A lo que Dios contestó: - "Cada noche escucho tu clamor, cada noche trato de atender, cada noche trato de hacerme ver delante de ti, y quisiera cumplir tus deseos. Pero me hablas y pides muchas cosas, las cuales escucho con atención, sin embargo, en cuanto terminas de agradecer y de pedir lo que necesitas, terminas tu oración, sin darme oportunidad de hablar"

Una conversación es un diálogo entre dos, muchas veces hablamos con Dios pero no nos damos un tiempo para escuchar su voz. ¿Alguna vez has tratado de hablar con alguien que no te deja decir ni una sola palabra? Pues bien, Dios quiere hacernos escuchar su voz y para eso necesita que le des la oportunidad de hacerlo, y solo entonces, al escuchar su voz y guardar silencio por un momento, tu oración será completa, y Dios cumplirá su promesa de darte todo aquello que pidas con fe.

Vosotros, pues, escuchad la parábola del sembrador. Sucede a todo el que oye la Palabra del Reino y no la comprende, que viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado a lo largo del camino. El que fue sembrado en pedregal, es el que oye la Palabra, y al punto la recibe con alegría; pero no tiene raíz en sí mismo, sino que es inconstante y, cuando se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumba enseguida. El que fue sembrado entre los abrojos, es el que oye la Palabra, pero los preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas ahogan la Palabra, y queda sin fruto. Pero el que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la Palabra y la comprende: éste sí que da fruto y produce, uno ciento, otro sesenta, otro treinta

miércoles, 15 de febrero de 2012

Alguna paradoja del cristianismo.

Después de casi 2000 años, el cristianismo no deja de sorprender. Porque se mantiene vivo. Porque alimenta los corazones de millones de personas. Porque une a los creyentes en su solo rebaño, bajo un solo pastor, como miembros de la Iglesia católica. Porque irradia su mensaje (que viene de Dios) hacia los demás hombres y mujeres que todavía no creen.

Entre las paradojas del cristianismo hay tres que se refieren precisamente a las virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad.

Gilbert Chesterton (1874-1936), un escritor inglés que con el pasar de los años se convirtió al catolicismo, explicaba así las paradojas en las virtudes teologales: ´la caridad significa perdonar lo imperdonable, pues si no, no es virtud ni es nada. La esperanza significa esperar cuando la situación resulta desesperada, pues si no, no es virtud ni es nada. Y la fe significa creer en lo increíble, pues si no, no es virtud ni es nada´ (Chesterton, ´Herejes´, capítulo XII).

En otra obra, titulada ´Ortodoxia´ (1908), Chesterton quiso ir más a fondo en esta dimensión paradójica del cristianismo. En la que estamos citando, ´Herejes´ (publicada en 1905), lo hizo de modo más breve, pero no menos incisivo. Así se muestra en las líneas que siguen al texto que acabamos de copiar:

´La fe no resulta nada moderna, y suele criticarse desde todas las bandas por el hecho de constituir, precisamente, una paradoja. Todo el mundo repite, burlón, la definición infantil según la cual la fe es «el poder de creer en lo que sabemos que es falso».

Y sin embargo no hay nada que resulte más paradójico que la esperanza y la caridad. La caridad es el poder de defender lo que sabemos que es indefendible. La esperanza es el poder de permanecer alegres en circunstancias que sabemos desesperadas.

Es cierto que existe un estado de esperanza que pertenece a las brillantes perspectivas del mañana, pero esa no es la virtud de la esperanza. La virtud de la esperanza existe sólo tras un terremoto, durante un eclipse.

Es cierto que existe algo que suele llamarse caridad, y que equivale a la caridad que se ejerce con los pobres, que se lo merecen. Pero la caridad ejercida con quienes la merecen no es en absoluto caridad, sino justicia. Son quienes no la merecen los que la necesitan, y el ideal, o bien no existe en absoluto, o bien existe del todo para ellos. Por razones prácticas, es en el momento desesperado cuando nos hace falta el hombre esperanzado, y esa virtud, o bien no existe en absoluto, o bien empieza a existir en ese momento´.

Desde un punto de vista teológico, se pueden criticar estas descripciones porque no son perfectas, o porque no dejan de lado aspectos importantes de cada una de esas virtudes, especialmente el hecho de que vienen de Dios como un don que se ofrece al hombre y que llevan a una mayor unión con Dios y con los hermanos.

Pero desde el punto de vista vivencial, Chesterton supo ilustrar con esas líneas lo que quizá podemos haber olvidado: ser cristianos implica ir contra corriente, oponerse al mundo, aceptar un modo de pensar y de vivir que para muchos parece una auténtica necedad, una absurda paradoja, un escándalo sin sentido (cf. 1Cor 1,23-25).

Mientras, muchos buscan seguridades en donde no la hay. La bolsa engaña a la avaricia y hunde en la desesperación. El banco muestra números y al final desilusiona al no ser capaz de devolver la salud o al empezar a cobrar intereses desorbitados. El trabajo absorbe e ilusiona hasta que nos lleva al tedio o nos despiden. Incluso los amigos, esos con quienes pasábamos tan buenos ratos, un día nos desprecian porque alguien lanzó al ruedo calumnias que destruyeron nuestro buen nombre. El deporte satisface hasta que una enfermedad o la edad nos incapacita.

Así es la vida. Basta un terremoto (como los que ocurren, dramáticamente, cada año) para que todo se venga abajo. Precisamente entonces, como decía Chesterton, empieza la esperanza. Como también la caridad inicia cuando hemos sufrido una injusticia ´imperdonable´ y empezamos a recorrer el largo camino del perdón: “la misericordia se siente superior al juicio” (St 2,13).

Sólo si llegamos a descubrir que Dios nos ama precisamente cuando hemos caído en el peor de los males, el pecado, entenderemos la belleza paradójica de la fe cristiana: ´mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros´ (Rm 5,8).