jueves, 1 de marzo de 2012

EL PUDOR

El pudor va más allá del ámbito sexual. No es un subgénero del ser humano sino su aplicación fundamental. La reserva que implica no significa una acción de esconder o proteger, como la madre cuando pasa una escena de violencia en el dvd para que su hijo no la vea. Es un saber que guarda lo indefinible en el hombre: la propia dignidad, la naturaleza de su misterio, es por tanto veladura y sutileza.

Hay algo incomunicable en nuestra última habitación que lleva un principio de respetabilidad y no injerencia, del que el otro no puede llegar a apropiarse y no acaba nunca de penetrar.

El oftalmólogo es incapaz de entender la mirada del cliente, y el cirujano plástico el rostro del paciente.

La dignidad que descansa a la sombra del pudor significa que yo no puedo esclavizar a nadie, ni atar ni atarme, yo soy un otro, un “enfrente“, y el otro no me puede ser un “necesario“.

El hombre y la mujer se revelan como un misterio uno al otro por el pudor. Por eso, las relaciones no se basan en la necesidad, sino en la elección de un trabajo concertado en la que se camina unidos, no fundidos.

El pudor afecta a toda la persona y muestra su nariz en la manera de mirar, de sentarse, de ser, de escuchar. Es una realidad tan profunda que se puede conocer menos que amar.

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